Rusia deja muchas dudas a solo once meses del Mundial 2018
La Confecup era un examen para saber si Rusia estaría preparada el Mundial. Un test que ha dejado quizás más dudas y que certezas.
Moscú nos recibió con el día más frío de la primavera en 136 años. Seis grados, cielos amenazantes y mucho trámite, demasiado, en el gran y gris aeropuerto de Sheremetievo. Una recepción mejor que la que tuvo Diego Sáez, periodista de la radio ADN de Chile: el taxi le cobró en rublos el equivalente a 800 euros por el viaje al centro de la ciudad. Hizo la denuncia y dos días después, tras un operativo policial expreso, Sáez recuperó su dinero. Los agentes le invitaron al cuartel, lo carearon con el taxista, le grabaron y al día siguiente apareció en todos los telediarios. Un mensaje de eficiencia y honestidad para todo el mundo que, de paso, ayudó para que muchos rusos supieran que la Confecup se está jugando en casa.
Rusia tiene un objetivo prioritario: mostrarse como un país seguro de cara al Mundial del próximo año. Parece no preocuparles el retraso de las obras, los líos para los traslados, la escasez de infraestructura turística o que los taxistas siempre se quieran pasar de listos. El objetivo es erradicar el miedo al terrorismo, acabar con los mitos de la mafia rusa y anular la presencia de los ultras. Por cualquier lugar que transite en Rusia habrá un pórtico detector de metales: en el metro, en el hotel, en el centro comercial y en el estadio. Todos los aficionados y periodistas estarán total y absolutamente identificados.
Los taxis, mejor dicho, los taxistas son un problema, pero existe Über. Y el idioma también lo es. No tanto en Moscú o San Petersburgo, pero sí en Kazán, donde encontrar alguien que hable inglés motiva a comprar inmediatamente un billete de lotería. En los aeropuertos manda el ruso con alfabeto cirílico y los puntos de información sencillamente no existen. Los cuatro estadios que se han usado el torneo, Spartak de Moscú, San Petersburgo, Sochi y Kazán, son magníficos, pero los ocho restantes no están terminados. Samara promete un estadio imponente y magnífico para 63.000 espectadores. El problema es que no saben si lo terminarán a tiempo, aunque el primer ministro Dmitri Medvedev dijo que estará en marzo. Para ello han tenido que contratar a 2.000 trabajadores extras.
El apurar las obras conlleva otros problemas. En San Petersburgo descubrieron el empleo de norcoreanos ilegales. El emblemático estadio Luzhniki, escenario de la final, luce rodeado por un armatoste de andamios y grúas, y cientos de trabajadores que entregan una señal clara: están fuera de los plazos y remodelan con apuro extremo. Este examen llamado Copa Confederaciones 2017 deja dudas y certezas de cara al Mundial del año que viene. Quizás más de las primeras que de las segundas.