Ni somos Messi ni somos Cristiano
Algunos amigos me recalcan la diferencia entre la reacción del Barça con Messi (aquel ‘todos somos Leo Messi’, empleando una fórmula que se viene usando para causas solemnes) y el simple comunicado del Madrid en su día. Bien es verdad que éste vino reforzado unos días después por una declaración más extensa de Florentino cuando renovó mandato. Una expresión de respaldo y confianza, para hacerle sentir que ‘eres uno de los nuestros, no te vamos a abandonar’. No es lo mismo, claro, que decir ‘todos somos Cristiano’, pero de momento ha servido, según sus próximos, para que al jugador le haya bajado varios grados el calentón.
La reacción del Barça, tan extrema, tiene una explicación: en Barcelona hubo y aún hay mucha gente convencida de buena fe de que lo de Messi (y lo de Neymar, y cualquier contratiempo para el Barça) es consecuencia de una urdimbre gestada en el palco del Madrid. Por disparatado que parezca desde otros sitios, así piensa realmente mucha gente en Barcelona. Incluso la aparición de Florentino se ha visto como una presión a los poderes, no como un mero gesto de cariño a un miembro del club que está en un apuro personal. Así están las cosas en estos tiempos entre Madrid, capital del Reino, y Barcelona, pulmón de Cataluña.
Por lo demás, pienso de uno lo mismo que pienso del otro: que la responsabilidad es de quienes les han hecho los papeles. Lo de Messi ha acabado mal. Lo de Cristiano aún no ha acabado, ya veremos cómo termina, pero no pinta bien. Y en ambos casos, como en tantos, me choca que no exijan responsabilidades a esos especialistas del embrollo que les dejan tan mal parados. Como los ciclistas con los médicos que les dopan, estos superdeportistas parecen tener una relación de sumisión con sus asesores fiscales, que se van de rositas mientras ellos se quedan a los pies de los caballos. Convendría poner el foco ahí.