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OPINIÓN

El Tri: un guerrero incansable e inestable

México tiene algo que siempre le permite avanzar a la siguiente ronda de los torneos más importantes, aunque casi nunca sea visto como favorito. ¿Qué es?

RusiaActualizado a

Ya lo habíamos comentado, México tiene algo que siempre le permite avanzar a la siguiente ronda de los torneos más importantes, aunque casi nunca sea visto como favorito. ¿Qué es?, bueno, con el paso de los años y después de haberlos seguido por muchos de esos eventos internacionales desde la Copa América de Ecuador en 1993, me parece que tiene que ver con tres detalles, mismos que, ojo, terminan siendo la clave de que más adelante casi siempre sean eliminados.

Corazón de guerreros

¿Recuerdas cuántas veces los viste superados por rivales de jerarquía y pensaste, “esto ya valió madres”? Qué bonito es verlos, como ante Portugal, reponerse de goles en contra y de momentos apremiantes. Algo especial tienen los futbolistas mexicanos cuando se visten la camiseta de su selección. Se convierten en guerreros defensores de un escudo de tela, que besan con frenética emoción cuando conquistan el objetivo de superar la meta del “enemigo”.

No lo digo por “inflar” o quedar bien con nadie; jamás he contado con la amistad de los tricolores cuando están en activo y suelo llevarme bien con muchos de ellos, una vez que se retiran. Es una relación complicada; los elogios los obvian y las críticas les calan. Normal en todo el mundo, a nadie nos gusta que nos señalen y menos gente que no tiene nuestro nivel (en cualquier cosa que hagamos).

Lo escribo porque lo creo y porque me ha tocado hablar con periodistas y jugadores de naciones rivales, quienes saben que enfrentar a los mexicanos en torneos importantes, en primera ronda, es una misión muy complicada. Pregunten a los croatas, recuerden sus caras, tenían un equipo lleno de estrellas y se vieron pequeños ante la capacidad colectiva de los guerreros de tres colores.

El domingo, Portugal también lo sabía. Jamás apretó el acelerador, había que soportar el intenso juego mexicano, pero no entrar en su ritmo desgastante; saben que les faltan cuatro juegos, dos de fase de grupos, Semifinal y Final. El 2-2 no les cae nada mal abriendo ante México, créanmelo.

Físico incansable

Por tradición, hace décadas que la FMF, consciente del enorme negocio que representa el “Equipo de Todos”, diseña largas pretemporadas para prepararlos de cara a una Copa del Mundo. El mexicano es bueno para las competencias de resistencia, tiene sangre de fondista y no deja de correr incluso en climas que superan los 40 grados centígrados, como en Brasil. Todos corren, en el Tri no se vale bajar el ritmo, pues más allá de ser tachados de “huevones”, nuestros seleccionados no soportarían ser criticados por no defender la camiseta hasta con su último aliento. Eso los hace sentir orgullosos, entre ellos y para los medios siempre hablan de entrega, de dejarlo todo.

La contención no suele ser problema para los entrenadores de históricas selecciones mexicanas. Se llame Jonathan, Herrera, Torrado, Pavel, García Aspe o le digan ‘Gallito’, esos de la mitad del campo nunca dejan de correr.

El tema aquí es la administración, pues este torneo no es tan largo como un Mundial, son cinco juegos para levantar la Copa. Sin embargo, hay equipos que lo dejan todo pensando simplemente en avanzar a la segunda ronda y otros que se administran buscando llegar hasta el final.

Mentalidad y concentración inestable

Aquí el gran asunto. Mientras la mente del seleccionado mexicano ha estado enfocada en el objetivo, no ha importado que los den por derrotados, ante Italia, en 1994; Holanda, en 1998; la misma Italia, en 2002; Francia, en 2010 o Brasil, en el 2014. Si la atención, si la concentración está en su lugar y no vuela buscando críticas u otro distractor que lo saque del partido, podemos seguir admirando las brillantes atajadas de Memo Ochoa, de Jorge Campos, de Oswaldo Sánchez, el ‘Conejo’ Pérez o el arquero que me digan. Cuando México va por el balón con esa mirada decidida y tira a defenderse a los seleccionados más grandes del mundo, todo mexicano se siente orgulloso y seguro.      

El gran problema viene cuando le toca defenderse y, sobre todo, cuando ya tiene la ventaja y la posibilidad del triunfo o el fracaso coquetean, cuando están tan cercanas que la posibilidad de que, de nuevo, se den la vuelta, incrementan las pulsaciones de esos mismos guerreros; los distraen, pierden la seguridad en sí mismos, el foco, el ritmo… la garra. Pierden su fortaleza y casi siempre, terminan perdiendo las batallas.

México no ha tenido, aún, a un astro de esos que resuelven sin ayuda, jugadas clave y que deciden con quién se queda la victoria. México ha dependido del juego colectivo y esa es una enorme ventaja contra selecciones que juegan muy mal en conjunto, aunque tengan Cristianos o Messis en sus filas. Pero sin seguridad, sin actitud, sin fe, sin concentración, el jugador mexicano se autodestruye.