Rusia blinda la Copa Confederaciones ante la sombra del terrorismo
La seguridad es prioridad máxima para el gobierno ruso y FIFA. La vigilancia llega hasta los hoteles no acreditados.
No hay concesiones. La seguridad no es negociable para Rusia en la Copa Confederaciones y tampoco la tendrá para la Copa del Mundo del año entrante. La coyuntura global, en la que Rusia tiene un papel preponderante, ha obligado a la administración de Vladimir Putin a extremar precauciones.
Aunado a las medidas extraordinarias anunciadas por FIFA el pasado mayo, como la imposición de una identificación para los hinchas, el cerco se extiende a lo largo de las ciudades. Los filtros en los aeropuertos son minuciosos, con un escáner de cuerpo incluido. En Kazán, la presencia policial llega a las calles, los puentes, los alrededores del Kremlin, las afueras del Kazán Arena. Los aficionados que asistan a los estadios deberán pasar por un estricto control que incluye torniquetes, detectores de metal y escáneres. El acceso directo al estadio es imposible; las vallas y los controles marcan un perímetro impenetrable a su alrededor. La intensidad de la inspección no disminuye para los medios de comunicación. Todo aditamento, micrófonos incluidos, están bajo escrutinio.
Los hoteles también obedecen a la cruzada, incluso los no acreditados como oficiales por FIFA o aquellos en los que pernoctan los futbolistas. Antes de proceder al registro, el huésped también debe pasar un detector de metal y un escáner, todo bajo la vigilancia de un guardia de seguridad. La identidad del hospedado es confirmada con copias al pasaporte y la carta de inmigración emitida por las autoridades rusas al momento de arribar al país.
El historial de Rusia avala la precaución. Chechenia, las guerras del Caúcaso, el Estado Islámico. Desde episodios emblemáticos como la crisis de rehenes del teatro Dubrovka en 2002 (170 muertes), hasta el atentado con bombas en el metro de San Petersburgo el pasado 2 de abril (16 decesos), Rusia vive en estado de alerta. Este último suceso, atribuido al Estado Islamico y que golpeó el corazón de la ciudad que albergará la final de la Copa Confederaciones el próximo 2 de julio, puso en el centro del debate la seguridad ante la amenaza creciente del Estado Islámico, que ha declarado la guerra a Vladimir Putin por su inmersión en la guerra civil siria. "La FIFA y el comité organizador local tienen plena confianza en los preparativos y en el concepto integral de seguridad previsto para los próximos eventos", avaló el organismo rector del balompié ante la crisis. Seguridad absoluta, sin concesiones.