Mandzukic ha recuperado su rugido en la Juventus
Allegri ha encontrado el lugar justo para su fiereza en el 4-2-3-1 "a cinque stelle". “Es el símbolo de esta Juventus”, afirma Chiellini.
Mandzukic es el símbolo de esta Juventus”. Lo dice Giorgio Chiellini. Casi nada. Uno de los más celosos guardianes de la grinta bianconera no ahorraba elogios hacia ese espigado balcánico con cara de pocos amigos que se ha metido en el bolsillo a los tifosi. Mandzukic vuelve a rugir y ha sido Allegri el que ha dado con el sitio justo para su fiereza. Mandzukic se ha rehabilitado, no es, ni por asomo, aquel que se despidió del Atlético tras encadenar meses sin ni siquiera rematar a portería. Desconectado, aislado, vivió sus últimas semanas colchoneras sabiendo que era carne de traspaso. No hay culpables. El Cholo le puso, siempre, pero la química terminó desapareciendo. “No es Costa, le falta…”, era la coletilla que progresivamente fueron arrastrando sus actuaciones.
Marotta no quería volver a dejarlo escapar y, en el verano de 2015, Mandzukic hacía las maletas tras un año a las órdenes de Simeone. 20 goles en 43 partidos, con una segunda parte de la temporada que fue enterrando la brillante primera. La Juve seguía enfrascada en la búsqueda de ese hombre de área, un Trezeguet o un Inzaghi para la nueva era y Mandzukic aterrizó en Turín. En su primer año, mezcló con Morata. Pero el primer revés llegó en el partido inaugural contra el Udinese. Un choque contra un cartel publicitario le provocó una herida profunda. “No me gusta lloriquear ni buscar excusas, eso me deprime más”, explicaba en el Corriere della Sera, “prefiero luchar contra el dolor, pero fueron 3-4 meses complicados porque la herida se infectaba y tuve que tomar antibióticos. Ya sólo al entrenar sentía dolor”. En Turín chocaba. Ese tipo algo huraño con cara de no tolerar una broma, al que Evrá había ya bautizado como “Mr no good”, contrastaba con el volcánico ariete que se partía después el pecho. Así es Mandzukic, una infancia en mitad de, prácticamente, una guerra civil dibujó su carácter. De hecho, no le importa y hizo suyo el apodo con el que le bautizó Evrá utilizándolo en las redes. Pero el fuego interno del croata no alcanzaba para apuntar al gran objetivo: la Champions. 13 goles en 36 partidos, algunos importantes como los dos que le hizo al City o el gran partido de ida contra el Bayern, pero la sensación de que no era el ariete del salto de calidad. Marotta, Paratici y Nedved se volvieron a mirar a los ojos y, esta vez, redirigieron el dinero ingresado por Pogba en Higuaín. Inmediatamente Mandzukic entendió que la desmedida inversión por el delantero del Nápoles le llevaba al banquillo. Y eso sí que no.
“Me enfado, claro, el banquillo es como cuando eres pequeño, estás jugando en el barrio y te llaman de casa para que subas. Yo no puedo esconder mis sentimientos, no soy un robot”, esgrime el balcánico. Pero Allegri entró en juego. Convenció al croata, frenó su ira. El de Livorno es un técnico dúctil, le gusta manejar opciones diversas, un dibujo que cambia en función de las necesidades y del rival, y Mandzukic era un arma que no quería dejar escapar. La temporada avanzó y el dúo Dybala-Higuaín se afianzó más todavía. La suplencia del balcánico presagiaba tormenta o traspaso, pero todo cambió el pasado 22 de enero, en el Juve-Lazio. Allegri se sacó de la manga el 4-2-3-1 con el modulo a cinque stelle que ya se ha hecho popular, permitiendo que Mandzukic rememorara sus tiempos pretéritos en el Wolfsburgo como ala izquierda. Fue como activar un terremoto. Recordaba a aquel Etoo del triplete de Mourinho con el Inter, sacrificándose en banda, y la solución fue más que efectiva. La Juve volaba con la energía de Mandzukic y, de paso, se rescataba lo mejor de él. Ariete extraño, que prefiere activarse saliendo ganador de una escaramuza que conectando un remate a puerta, en el costado se expresa de maravilla. Lo sufrió Luis Enrique. Tácticamente es una bomba. Si la Juve recibe presión, Buffon o Bonucci le buscan en largo y al costado, ahí no hay lateral o volante que le gane una pelota por arriba. Y luego te la baja, la mantiene. Y la energía que contagia es evidente. Pero no es sólo eso, el equipo mira hacia arriba más que nunca. Mandzukic está entre los cuatro primeros bianconeri en tiros a puerta, en ocasiones creadas y en asistencias. El balance final se dispara multiplicado por Dybala e Higuaín. La curva del Juventus Stadium le adora, enloquece cada vez que roba un balón, y sus compañeros, más. “A Mandzukic no vale con decirle bravo, ahora nos levantamos todos para aplaudirle”, sentencia Khedira, uno de los que conforman su círculo de confianza junto a Lichsteiner y, por su puesto, Pjaca.
Los medios transalpinos también le han rebautizado, es Mandzukic, il Trascinatore, el que tira del carro, el que arrastra al resto. Y Mario lo disfruta. “¿Que yo corro más que Higuaín? No, yo corro más que todos”, ironiza a lo balcánico. Para muchos es la nueva Juve del tridente, pero no es esa la definición que más le gusta al croata. “Como dice Spalletti, la Juve es un equipo de animales, tenemos que ser bestias salvajes”, sentencia ufano. Pero lo que subyace es el ejemplo. Mandzukic lo ha dado a todo el mundo del fútbol. “Se lo puse de muestra a los chicos, de cómo uno se adapta para ayudar”, comentaba hace poco el Cholo sobre él. Lo sabe bien, una de las mejores tardes del croata como colchonero fue aquella contra el Madrid, que ya queda para la historia. Un 4-0 con lo mejor de su repertorio, el que exhibe ahora, con el que ha vuelto a rugir.