La Roma, a la Champions por la vía rápida en el adiós de Totti
Emocionante despedida del Olímpico de Roma del que ha sido su gran capitán durante los últimos 25 años. El equipo de Spalletti acabó como segundo con una victoria agónica.
El último día llegó con la alegría de la fiesta y la tristeza de la despedida. Roma se despertó pintada de giallorosso como celebrando un Scudetto, pero lo que hacia era decirle adiós a una historia de amor larga 24 años, 786 partidos y 307 goles. Todos con la misma camiseta: Totti nunca quiso traicionarla, nunca ha podido sacársela. Le ha costado hasta el último instante: anunció apenas hace pocos días que este, con el Genoa, habría sido el último partido con su 'único grande amore'.
La tarde empezó con el tifo de la Curva Sud. Simple y directo: “Totti é la Roma”. Un ambiente muy bonito hasta que llegó un jovencísimo aguafiestas. Pietro Pellegri abrió la lata después de apenas 3 minutos. Cuando él nació, en 2001, Totti ya había marcado 53 goles en la Serie A. Dzeko (quizás ayudándose con la mano) puso las tablas antes del descanso, pero la situación se hizo tensa. El Nápoles estaba destrozando al Sampdoria y apoderándose del segundo puesto. Hacía falta otro gol, y Spalletti se lo pidió a su capitán, sacándolo, por una vez, bastante pronto. Tuvo 40 minutos: el 2-1 lo firmó justo su amigo (y heredero) De Rossi, que le quitó el balón del pie. Luego el Genoa volvió a dar miedo: marcó el 2-2 con Lazovic que, poco después, estuvo a un paso de un increíble 2-3 topándose con el palo. El agobio de los romanisti lo canceló Perotti, que en el 90' escribió el final feliz de este partido loco marcando el 3-2 tras un testarazo de Dzeko.
Y se acabó allí. La Champions, las polémicas con Spalletti, el resultado, todo se hace detalle: lo que cuenta es que, tras 25 temporadas, el Roma y la Serie A se quedaron sin Francesco. Simplemente Francesco, como él mismo dijo que quiere ser llamado. Tras un cuarto de siglo siendo protagonista en cada domingo, ya es un amigo de todos. Despidiéndose de su gente, lloraba como un niño al que le sacaron su juguete. Quería seguir, quizás, pero ya no cuenta. “C'è solo un Capitano”, cantaba su Olímpico. Ayer lo hizo entre lágrimas, despidiendo a algo más que un futbolista. Roma dijo adiós a su último emperador.