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Seattle Seahawks

Richard Sherman, Russell Wilson y el futuro de los Seahawks

Un artículo de ESPN relatando la mala relación entre las dos estrellas de Seattle ha conmocionado el entorno del equipo estos días
Patriots-Eagles: Super Bowl LII en vivo

México
WASHINGTON, DC - MAY 21:  Seattle Seahawks cornerback Richard Sherman and quarterback Russell Wilson participates in a ceremony honoring the players, coaches and executives of the Super Bowl XLVIII champions in the East Room of the White House May 21, 2014 in Washington, DC. U.S. President Barack Obama honored the Seahawks and their 43-8 win over the Denver Broncos last February.  (Photo by Chip Somodevilla/Getty Images)
Chip SomodevillaGetty Images

El periodista Seth Wickersham, de la ESPN, publicó un extaordinario reportaje sobre los entresijos del vestuario de los Seattle Seahawks que ha levantado numerosas ampollas, ha trastocado la aparente tranquilidad de estos días de OTAs en el estado de Washington y ha llevado a Richard Sherman y a Michael Bennett a salir a a la palestra para tacharlo de cotilleos, mentiras, basura y demás calificativos despectivos. Dios los bendiga a todos ellos, porque esta historia me parece apasionante.

Lo primero que tengo que hacer es recomendaros la lectura del artículo. Es estupendo. Está escrito con mucho gusto, criterio y un desarrollo ejemplar. Te atrapa desde el principio en la narración de cómo funciona la maquinaria personal y social de estos Seahawks. Salpican los hechos, por todos conocidos, declaraciones bastante significativas, en ocasiones con nombre y apellidos y en ocasiones bajo el cartel del anonimato, y encaja todas las piezas en un relato no sólo creíble, plausible, sino que también muy entretenido.

En él se incide en que la defensa considera que este equipo tendría que tener varios anillos más, y no sólo el que adorna su temporada 2013. Y se centra en explicar que Richard Sherman, líder espiritual (y no sólo) del grupo, ha ido acumulando una enorme cantidad de enfado y rencor contra el ataque, en general, contra Russell Wilson, en particular, y contra Pete Carroll, en resumen, por considerar que no hacen su parte.

Al ataque le achaca ser incapaces de anotar más de 13 puntos en partidos puntuales, muy marcados. De Russell Wilson le molesta que cobre más que nadie cuando le parece que no es la clave de este equipo. Y a Pete Carroll le acusa de tratar al QB con un cariño y una capacidad para el perdón que no muestra con la defensa.

De ahí se derivan los dos episodios de peleas en la banda el año pasado, muy visibles y comentadas. Y también la anécdota de las luchas entre las unidades en los entrenamientos, con Sherman diciéndole a Wilson "eres una mierda" tras interceptarle. O que se considera que la sesión que tiene todas las semanas Carroll con el equipo para enseñarles sus jugadas erróneas debería llamarse "mirad lo que hacéis mal... salvo una persona" por no señalar jamás a Wilson. Y, por supuesto, todo aderezado con lo que es el momento cumbre de esta película, que no puede ser otra cosa que la intercepción de Malcolm Butler en la yarda 1 en la Super Bowl XLIX cuando Carroll decidió pasar en vez de correr.

Todo ello explica como un casi seguro Hall of Famer, antes de cumplir los 30, haya estado en el mercado esta pasada primavera. ¿Cómo puede ser que Richard Sherman quisiera el traspaso, que los Seahawks le concedieran ese deseo y llamasen al resto de la liga para ver que ofrecían y, aún más relevador, lo hicieran sin esconder las intenciones? Ese tipo de cosas no suceden en la NFL, ni suceden de esa manera.

Como no podía ser de otra manera, algunos grandes nombres han salido a desmentir todo lo contado, como he dicho antes. Michael Bennet, siempre presto a decir esta boca es mía, y Richard Sherman, que por ser el protagonista tiene más peso en sus opiniones.

Lo cierto es que todos están jugando su papel. Yo no estoy dentro de ese vestuario, así que no tengo ni idea de lo que pasa ahí. Pero lo escrito por Wickersham no es excesivamente escandaloso, no difiere de lo que ocurre en otros grupos de trabajo, no digamos ya los deportivos del más alto nivel, y los hechos que conocemos encajan a la perfección con el perfil emocional que nos muestra.

Y, en el fondo, no deja de ser un poco irrelevante, porque lo verdaderamente relevante de toda esta historia es que los Seattle Seahawks pueden estar ante de una de sus últimas oportunidades de conseguir un anillo y, en efecto, la defensa puede sentir que los resultados finales no le han hecho justicia a su nivel.

Estamos hablando de una unidad absolutamente top en su era, y digna de aparecer entre las mejores de siempre. El ataque nunca ha sido de ese nivel en estos años. Cuando Marshawn Lynch dejó de ganar yardas por tierra, los problemas del grupo para anotar se multiplicaron. Y resulta que los Sherman, Thomas, Chancellor, Wagner, Bennett o Avril no se están volviendo más jóvenes. Ni más baratos. La idea de que puedan seguir sosteniendo el éxito del equipo va difuminándose.

A un competidor extremo como es Richard Sherman eso le tiene que hacer mucho daño. Y lo ha demostrado por activa y por pasiva en los últimos tiempos. Esta temporada tienen pinta de ser un equipo que va a recuperar el instinto por la carrera, que tienen que mejorar (porque empeorar es imposible) el juego de la OL, y que todo ello ha de ayudar a Russell Wilson a no vivir bajo una presión extrema y continua que, además, está afectando a su físico. Pero volverá a ser la defensa la que tenga que llevarles en volandas hacia la pelea por la Super Bowl. Lo saben en ese vestuario mejor que nadie y, por eso, sienten que no se les ha tratado, sobre todo por parte del grupo de entrenadores, como deberían.

Poco importa todo eso ahora mismo. El traspaso por Sherman no se concretó, ya que, con toda lógica, pedían al menos dos primeras ronda por él, y han de convivir bajo el mismo techo y con el mismo objetivo: ganar un segundo anillo para un grupo que cree que tiene talento para haber cazado alguno más. Y creo que tienen toda la razón del mundo.