Zidane y Mourinho, cada uno en su final
El United se metió en la final de la Europa League, ese torneo que cuando lo ganó Benítez con el Chelsea no valía un duro, pero que ahora que lo persigue Mourinho vale un Potosí. Él mismo dijo en las vísperas de la visita del Celta que para él se trataba del partido más importante de la historia del United, que ya es hipérbole. Su argumento es que este título no lo tiene. Tiene otros mejores, claro, pero no los ganó con Mourinho. Así que ahora se sentirá dichoso ante la perspectiva de darle un nuevo título al club. Y, por cierto, estuvo caballeroso en la victoria. Mourinho es generalmente bastante mejor ganando que perdiendo.
Quizá gane esta copa, pero lo que no enamora es su juego. Ese es el punto débil de Mourinho, su forma calculadora de concebir el fútbol. Le da muy buenos resultados, pero casos como el de Zidane, que también ha alcanzado su final, permite comparaciones. No sólo se llega a finales y se ganan desde el cálculo. Ahí está, como ejemplo más cercano, este Madrid que lleva 61 partidos consecutivos marcando y que ha hecho no ya un equipo, sino dos, que juegan ambos en busca del gol, que no enmarañan en cuanto se ven por delante, que devuelven el precio de la entrada. Sí, así también se ganan partidos. La historia está llena de ejemplos.
Siempre entendí que equipos de bajo presupuesto, con peores jugadores, acudieran a fórmulas para obstruir al que tiene futbolistas mejores. Lo que nunca entendí es que clubes con capacidad de desembolso construyan equipos desde esa idea. Esa es la oferta de Mourinho, como bien se ve. Arrancó en el Oporto, donde eso tenía un sentido que le llevó a ganar la Champions, pero en un Chelsea, un Madrid o un Manchester eso no tiene sentido. En ninguno de los dos partidos ante el Celta ha dado imagen de grandeza. De hecho, ha pasado de milagro. Por suerte, el Madrid va por otro camino y Mourinho ya sólo es un recuerdo.