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ANÁLISIS | HOUSTON ROCKETS

De la Final de 2012 al sexto de 2017: la leyenda negra de Harden

El escolta, señalado otra vez tras la eliminación de los Rockets. Tras una temporada histórica, vuelven a la memoria sus patinazos en playoffs.
Final NBA: Rockets vs Warriors, juego 6

México
De la Final de 2012 al sexto de 2017: la leyenda negra de Harden
LARRY W. SMITHEFE

La eliminación de Houston Rockets a manos de San Antonio Spurs es una enorme historia que deja un millón de pequeñas historias, también (conviene recordarlo) un recado a los que apostábamos con absoluta rotundidad por los Rockets. Y que de hecho cometeríamos el mismo pecado si volviéramos unas semanas atrás. Supongo que detrás de cada apuesta, vaticinio y análisis está Gregg Popovich tomándose una copa de vino porque, al fin y al cabo, Gregg Popovich es el maestro del multiverso. Lo sabíamos y lo sabemos, pero esta vez pensábamos que su roster no daría para tanto. Él no lo pensaba, o sí pero lo está disimulando extraordinariamente bien. Y creo en esta segunda opción y en esa melancolía casi sarcástica que asoma al final de su mirada desde que se marchó Tim Duncan, que en realidad también sigue ahí: puedes sacar a un jugador de los Spurs pero no puedes sacar los Spurs de un jugador.

Mike D’Antoni sabe mejor que nadie (aunque la lista de víctimas es extensísima, cortesía de un equipo que ha redimensionado el concepto de dinastía sin ganar nunca dos anillos seguidos) que no hay nada más allá de Popovich: en playoffs, 20-6 para Pops en partidos… y 5-0 en eliminatorias, todas resueltas antes del séptimo partido. D’Antoni cambió el baloncesto para siempre (que pregunten en Oakland) con los Suns del Seven Seconds Or Less (2002-08) pero nunca ganó un anillo entre otras cosas porque fue eliminado cuatro veces por los Spurs, por entonces los chicos malos (me estoy acordando de ti, Bruce Bowen) que ponían palos en las ruedas de aquella nave supersónica que pilotaba Steve Nash.

Popovich ha invertido una eliminatoria en la que su equipo su quedó primero sin Tony Parker y después sin Kawhi Leonard. En la que cedió el factor cancha en el primer partido con un -29 que llegó a ser -39. Desde ahí, los Rockets solo han ganado un partido más y han perdido el sexto, en su pista y sin Kawhi, por 75-114. Los Spurs son el eterno retorno. Los Rockets han tenido un cierre horrible para una temporada espléndida, de absoluta resurrección desde la carcoma de la anterior, en la que han ganado 55 partidos, han batido el récord de triples (1.181) y han puesto a James Harden en una disputa milimétrica por el MVP aunque Russell Westbrook ha sido, básicamente, Hulk. Westbrook smash.

Los 75 puntos del sexto partido son la mínima anotación en playoffs y la segunda mínima total de los Rockets desde que llegó James Harden el 27 de octubre de 2012. Harden es, desde luego, la gran noticia entre un montón de noticias, la piñata a la que le van a caer palos de todos los colores después de que ni hubiera rastro de él en un partido en el que su equipo se jugaba la eliminación contra un rival sin su teórica némesis: 10 puntos, 2/11 en tiros, 7 asistencias por 6 pérdidas y 6 faltas personales, -28 en pista, abucheos, ningún tiro de campo hasta el ecuador del segundo cuarto… Una espantosa continuación de su desaparición en el quinto, donde (entonces lo intuimos, ahora los sabemos) los Rockets entregaron la eliminatoria: 3/11 y 6 pérdidas después del descanso, 0/3 y 3 en la prórroga.

Los Rockets solo tenían un plan, fabuloso pero uno (además conviene preguntarse quién es su segundo mejor jugador) y Popovich lo tapió perfectamente, llevando primero a las dudas y después a la dimisión a su rival. La defensa sobre Harden, con la aparición de Simmons cuando cayó Kawhi, quedará para el recuerdo. Reconocido todo eso y dadas por hechas todas las ofrendas a Popovich, dios de la muerte en la cosmología baloncesto, Harden no compareció en el sexto partido después de ausentarse en los minutos decisivos del quinto y de haber mostrado un lenguaje corporal cada vez más disperso a media que iba avanzando la eliminatoria. Después de ha hablado de posibles lesiones, de una hipotética gripe y de cansancio: D’Antoni confió en demasiados pocos jugadores y Harden ya había sido el séptimo con más minutos de la Regular Season (36,4) con una responsabilidad agotadora: reconvertido en base a todos los efectos, ya no solo playmaker, se evitó muchas luchas con el primer defensor para recibir la bola... pero la tuvo siempre en sus manos. Las dos cosas formaban parte del plan de D’Antoni, las dos convirtieron a los Rockets en la maravilla que vimos en la Regular Season y las dos pueden estar detrás de esta inoportunísima desaparición.

Harden ha jugado una temporada histórica, una de las mejores en ataque de toda la historia: 29,1 puntos, 11,2 asistencias, 8,1 rebotes y la primera vez en la que un jugador suma más de 2.000 puntos y produce más de 2.000 con sus asistencias. Es un jugador descomunal que además cambió de actitud (también defensa) con respecto a esa temporada anterior que acabó en el desagüe. También es un jugador que no ha estado a la altura de las circunstancias en el momento decisivo de los playoffs, en los que en total ha reducido drásticamente su producción: 28,5 puntos pero bajando en tiros de un 44% a un 41,3 y en triples de un 34,7 a un 27,8. De 11,2 asistencias a 8,5 y de 8,1 rebotes a 5,5.

En el corto plazo, lo que quedará de una temporada extraordinaria y durante unas próximas semanas que se le harán muy largas, son los últimos 77 de 3354 minutos totales: el segundo tiempo y la prórroga del quinto partido y el sexto completo. Y se unirán a una de esas leyendas negras de los playoffs por las que se suele sacudir, muchas veces injustamente, a algunas estrellas. Chris Paul podría dirigir los grupos de terapia:

-En 2012, cuando acababa ese equipo de los Thunder que ahora nos parece un sueño que jamás sucedió (Westbrook-Harden-Durant), fue Mejor Sexto Hombre. Era su tercera temporada en la NBA y jugó unos excelentes playoffs, con acciones decisivas en la remontada de la final del Oeste contra los Spurs… pero se hundió en unas Finales ante los Heat que acabaron con un engañoso 4-1: 4/20 en tiros entre los partidos tercero y cuarto, cuando quedó claro que la ventaja de los Heat era pequeña… pero suficiente.

-En 2014, su segunda campaña en Houston, los Blazers sorprendieron con un 2-4 alimentado por la monstruosa entrada de LaMarcus Aldridge en la serie y rematado con triple ganador de Lillard en el sexto partido. Pero en Houston el debate fue el 37% en tiros en casi 44 minutos de media en pista de James Harden.

-En 2015 los Rockets jugaron la final del Oeste contra los Warriors. Salieron 2-0 de Oakland pero con un mínimo -5 total después de dos partidos salvajes de Harden: 28+11+9 y 38+10+9. En Texas, los Warriors arrasaron en el tercero: 80-115. Dejaron la serie vista para sentencia con un 2/16 en tiros y un -31 (17+3+4) de James Harden, que en el quinto y definitivo se quedó en un 2/11 en tiros con 13 pérdidas, récord histórico en un partido de playoffs.

-La temporada pasada, un desastre, envió a los Rockets otra vez al camino de los Warriors, esta vez en primera ronda. La lesión de Stephen Curry envió esperanzas, sobre todo con el 2-1 después de tres partidos, de (al menos) plantar cara a los texanos, en disolución. Pero los Warriors jugaron un cuarto partido furioso: 94-121 con un segundo tiempo impresionante y… solo 18 puntos con un 4/13 en tiros de Harden.

Estos son los pecados de James Harden, los que se explicarán o sugerirán cuando se le venda como otra de esas estrellas que se estrella en playoffs. Resumo mi opinión en que esta misma retórica se utilizó para sacudir a LeBron James cuando la NBA era un concurso de tirar la primera piedra al Rey. No se trata de competir o no, de crecer o asustarse ante ciertas situaciones. O al menos ese no es todo el problema. Se trata más bien de que a veces los mejores jugadores juegan mal, muy mal o incluso horriblemente mal en el peor momento. Y de que finalmente solo gana uno. Y, en los últimos lustros, a ese uno casi siempre lo entrena Gregg Popovich.