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Cuidado con el desgobierno

El patinazo del Barça deja al Real Madrid a un metro del título que tanto le rechaza en los últimos años. La hinchada salió preocupada del Bernabéu por el empate en el derbi, pero los miedos se disiparon poco después. En Málaga, el Barça confirmó su deficiente trayectoria en la Liga, donde ha perdido la autoridad que le concedió la hegemonía en el campeonato español. Desde 2008, ha ganado seis de los ocho títulos, una cifra que explica la clase de equipo que ha sido. Esta temporada ha perdido tanto gas que parece vulnerable ante cualquier rival, especialmente ante los más débiles. De hecho, todas sus derrotas —Alavés, Deportivo, Celta y Málaga— se han producido ante equipos que ocupan las 10 últimas plazas.

La jornada nos dijo que las cosas son como parecen. El Barça no es fiable y su segundo batallón de jugadores es una calamidad. El Atlético se las arregla para comprometer a cualquiera, pero su obsesión es la Liga de Campeones. La Liga le sirve para preparar el terreno en Europa. El Real Madrid es un líder solvente, pero peculiar. Rara vez gobierna los partidos de principio a fin. Siempre atraviesa por periodos de flojera, antes en las primeras partes —Zidane convirtió en una letanía sus quejas contra los despistes y el punto de dejadez de su equipo en las rectas iniciales de los encuentros— y ahora en los segundos tiempos.

Como le sucedió ante el Alavés, Betis y la Unión Deportiva Las Palmas, el Madrid perdió el gobierno del derbi en el segundo tiempo. Se evaporó tras el gol de Pepe, jugador impagable y todavía vigente, y permitió la progresión del Atlético, que no hizo ni de lejos el partido del año. Fue un equipo bastante soso en el primer tiempo, vulnerable en los primeros minutos del segundo tiempo y dominador en la media hora final. A diferencia de la mayoría de los adversarios del Real Madrid, el Atlético cuenta con un jugador capaz de marcar diferencias ante cualquier defensa. Griezmann volvió a marcar en el Santiago Bernabéu. Sería muy triste para el Atlético y para la Liga que el jugador francés emigrara a la Premier League.

Problema. Son tan frecuentes las bruscas caídas del Real Madrid que se puede hablar de un problema estructural. La última vez que manejó un partido a su antojo fue en Ipurua, ante el Eibar. De aquella tarde queda el recuerdo de la alineación. No jugaron Bale y Cristiano. Por sus características, son dos jugadores vitales para ganar partidos, pero poco fiables a la hora de controlarlos. Nunca han sido, y nunca lo serán, dos gurkhas defensivos. Y su porcentaje de goles con respecto al global del equipo ha descendido clamorosamente esta temporada. A veces piden a gritos la sustitución, pero prevalecen las jerarquías y el temor a la agitación en el palco.

El Madrid llega al partido de Múnich con una abierta tendencia al desgobierno en la segunda parte. Es una asignatura que salva en España con cierta facilidad. Frente al Bayern no se lo puede permitir. Pocos equipos explotan mejor los momentos de debilidad del adversario que el campeón alemán. El Real Madrid, que cuenta con los jugadores, la pegada y la historia a su favor, necesita el compromiso general del equipo, más aún con la baja de Pepe, un defensa que disfruta de los duelos con gente como Lewandowski, Müller y compañía. Pocas veces un jugador de 34 años ha parecido tan importante en el Madrid.