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Decisivo Filipe, hijo del viento

México

Filipe. Ayer, mientras el Atleti se entrenaba en el campo de abajo del Cerro, ese era el nombre que en la rojiblanca llevaba un aficionado que, al otro lado de la verja, estudiaba cómo acompasaba Simeone a sus jugadores para este derbi. Filipe. Un nombre a la espalda y también en el corazón. No es casualidad que el Cholo sólo permitiera que estuviera lejos un año. Si él está, todo funciona, el campo se equilibra. Filipe es capaz de estar allá y acá, de disparar arriba y evitar que disparen atrás, todo a la vez, como si en vez de moverse se teletransportara: intentar atraparle es como intentar retener aire en las manos. Imposible. Da igual que las aprietes fuerte: cuando las abres siempre están vacías. Pues eso es Filipe sobre la hierba, hijo del viento. Cuando sus rivales quieren mirar donde está ya no está. Pura magia.

Mediaba ayer el entrenamiento en el Cerro cuando llegaron unas chicas. Una vestía la rojiblanca, a la espalda el nombre de antes. Filipe, también Filipe. Para mí no hay mejor lateral izquierdo en el mundo que él, ni siquiera Marcelo, palabras mayores. Pero Filipe no sólo ataca, también defiende y eso le suma infinito. Querrá lucirse, además. El Bernabéu es un escaparate en el que no le dejaron: estaba en el Castilla pero le dejaron libre, sin equipo. Se fue al Depor y voló. Llegó al Atleti y vuela. La rojiblanca es sus alas. Más desde la pausa Chelsea: allí aprendió a añorarla, no sólo a quererla. Ahora, cada día que corre, lo hace para ensancharla, esa camiseta, la misma que ayer un hombre y una chica vestían al otro lado de la verja cuando el Atleti entrenaba, esa con su nombre a la espalda. Filipe, siempre Filipe.