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Una NFL inestable

Franquicias NFL candidatas a ser las próximas trasladadas

La liga está viviendo una era de tal crecimiento que puede dejar atrás a algunas de las ciudades que la han acompañado en los últimos tiempos.

Franquicias NFL candidatas a ser las próximas trasladadas

La NFL vive una era de vigoroso crecimiento. Los beneficios no paran de aumentar cada año. En el horizonte, para principios de la próxima década, aparece un nuevo contrato televisivo que tiene el potencial de aumentar a mayor ritmo aún las ganancias. Y, como suele suceder cuando el dinero llega en tanta cantidad y con tanta velocidad, la capacidad de absorción de la organización se ve saturada. El calentamiento económico lleva, en estos casos, a la creación de una burbuja en la que la planificación se hace pensando que ese aumento será constante en el futuro. Y, no, por supuesto que no.

Es por eso que, en plena bonanza absoluta en lo monetario, la NFL está sufriendo tiempos de inestabilidad. Porque todo el mundo quiere su parte del pastel sin que haya visos de empacho. No aún, al menos. Ante la posibilidad de quedarse atrás, las franquicias hacen lo imposible para evitar ser cola de león y mueven cielo y tierra para que sus ingresos sean tan abundantes como los de los demás equipos y los propietarios quieren que sus clubs estén en la lista de los más ricos, de los mejor valorados económicamente.

De ahí que, aún con el bolsillo repleto, hayamos visto tres traslados de franquicias en los últimos catorce meses. Los Rams se fueron de Saint Louis a Los Angeles, les siguieron a la misma ciudad las Chargers tras abandonar San Diego y la NFL ha aprobado que en un par de años los Raiders dejen su Oakland de nacimiento para crecer en la pecaminosa Las Vegas. El motivo, en todos los caso, el mismo: la ausencia de dinero público para sufragar la construcción de un nuevo estadio. Ni Saint Louis, ni San Diego, ni Oakland quisieron poner capital proveniente de los impuestos de los ciudadanos para hacer más ricos aún a los dueños de sus equipos y éstos cogieron las de Villadiego. En el caso de los de Los Angeles porque el mero tamaño del mercado ya aseguraba el beneficio, aunque tampoco hubiese un dolar público en la construcción del nuevo estadio de Inglewood, y en el caso de Las Vegas porque 750 millones de dólares regalados por la ciudad son un absoluto potosí.

¿Va a detenerse aquí este seísmo que sacude a la NFL? No tiene pinta. Los condicionantes siguen siendo los mismos, a saber, dinero a espuertas y ciudades que no van a pagar por nuevos estadios. Y son esos recintos donde se cuece el gran negocio de la liga, así que las franquicias que los tienen anticuados presionarán para estar en la primera división de este selecto club.

Los serios candidatos a perder sus equipos

Para ver qué franquicias podrían irse de sus ciudades hay que mirar, por encima de todo, cómo están sus estadios.

El más antiguo de todos es el Soldier Field de los Chicago Bears, abierto en 1924. Sin embargo, eso no significa que la franquicia corra ningún riesgo. El motivo es que la última reforma del recinto es del año 2002 y, entonces, le sirvió para entrar la lista del Patrimonio Histórico Nacional de los Estados Unidos. Algo parecido le sucede a Lambeau Field, de los Green Bay Packers, abierto en 1957 y que tiene el peso de ser el estadio que más tiempo lleva acogiendo partido de la NFL (los Bears no comenzaron a jugar en el Soldier Field hasta 1971), amén de haber sido renovado casi en cada década, con la últimas ampliación cerrada en 2015. Ambos están seguros, sin duda alguna. En esta misma liga juega el venerable Arrowhead Stadium de los Kansas City Chiefs, abierto en 1972 y renovado en el 2010.

Los problemas comienzan en Nueva Orleans. El SuperDome es un icono de la ciudad. Lo ha sido siempre desde que abriese sus puertas en 1975, pero mucho más aún desde el devastador huracán Katrina, que arrasó la ciudad. En aquella catástrofe, el amasijo de hierro y hormigón sirvió para acoger a cientos de personas, su techo salvó vidas, y su imagen fue una de las estampas de, primero, el dolor y la desesperación y, luego, de la esperanza por el futuro. Cuando se reconstruyó y volvió a funcionar en 2006 ejemplificó el triunfo de la ciudad. Lo que pasa es que ya necesita otro empujón; los Saints han pedido una Super Bowl lo antes posible y su alquiler concluye en 2025. Para entonces, tendrá que haber un proyecto de reconstrucción encima de la mesa si Nueva Orleans no quiere verse en una difícil situación en cuanto a su equipo NFL.

Los Buffalo Bills, sin embargo, ya sienten en el cogote el aliento de la liga. El New Era Field se inauguró en 1973 y es vox populi que necesita un sustituto o una mejora sustancial. La familia Pegula compró el equipo tras la muerte del patriarca de los Bills, Ralph Wilson, y prometió que la franquicia seguiría en el Oeste de Nueva York. De las promesas a la realidad hay un montón de millones de diferencia. La sombra del traslado amenazó a Buffalo en el proceso de venta, en el año 2014; el hoy presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiso comprar el club, y un grupo de Toronto, encabezado por John Bon Jovi, tuvo toda la intención de llevarse a los Bills a su ciudad. Los intentos fracasaron, pero los Pegulas quieren, ya, dinero público para financiar un nuevo hogar o se quedarán atrás ante el resto de franquicias. Este es el próximo gran culebrón de la NFL.

Ese, y el de los Jacksonville Jaguars, claro. No es sólo que EverBank Field se abriese en 1995 y sea el siguiente estadio en la lista de sospechosos, si descontamos el Hard Rock Stadium de los Miami Dolphins debido a que ya ha sido mejorado notablemente en los últimos tiempos, sino que la afición no ha acabado por establecerse en Jacksonville. Desde 2013 los Jaguars juegan todos los años un partido como locales en Londres. En su caso, ni desde un punto de vista económico ni desde un punto de vista de raíces populares se les augura un futuro en su actual casa.

Son estas dos las franquicias con los más obvios motivos para ser consideradas candidatas a trasladarse. Bills y Jaguars tienen años complejos por delante. Pero no son las únicas que deben tentarse la ropa ante lo que está pasando en la liga. En concreto, toda la AFC Norte ha de ponerse manos a la obra con sus planes de futuro, con los Cincinnati Bengals en la posición más endeble de los cuatro; los Carolina Panthers y los Tennessee Titans están presentes en rumores de venta de la franquicia, con la inestabilidad que eso suele acarrear, aunque en ambos casos su hogar está en orden con los tiempos que corren.

Ciudades que aspiran a tener equipo NFL

Pero, si los Bills o los Jaguars se van, si los Bengals presionan a Cincinnati con algún proyecto que les ofrece el oro y el moro, si el potencial e hipotético nuevo dueño de los Titans quiere menear el árbol, si los Saints no encuentran como financiar un nuevo SuperDome... ¿quién está del otro lado?

Durante años, lustros, diría que décadas, Los Angeles funcionó como la gran zanahoria de la NFL. Ante cada ciudad que se ponía chula, se sacaba la carta de Los Angeles y asunto arreglado. Daba pánico pensar que el segundo mayor mercado de Norteamérica no tuviese equipo de la mayor liga de ese país y, por lo tanto, toda amenaza de recolocación comenzaba con la gran urbe californiana. Eso murió cuando Stan Kroenke, dueño de los Rams, no espero ni a Dios ni al diablo y puso en marcha, de su propio bolsillo, el apabullante proyecto de Inglewood.

Ahora las amenazas son menores. Incluso la locura de Las Vegas está sustanciada, así que la potencia negociadora del extremo que recibiría a la franquicia va a ser menor.

Una ciudad que ha aparecido con fuerza en esta discusión es San Antonio. Es la séptima urbe en población del país, con 1,5 millones de habitantes, y tiene a Austin a menos de dos horas en coche. Austin es una ciudad enamorada del football, como se demuestra con el mastodóntico equipo de la universidad de Texas, y suma otro millón de habitantes. En Texas hay sitio de sobra, pues, para una tercera franquicia NFL desde un punto de vista del número de seguidores. Ya se han ofrecido voluntarios para acoger a los Raiders en su camino a Las Vegas en ese año 2019 en el que aún no saben donde van a jugar. Me parece el lugar más probable donde vayamos a ver la próxima franquicia de la liga.

Ya he nombrado a Toronto y Londres. Empezando por los últimos, los problemas son de tipo logístico. Y son muy severos. No es nada fácil tener un equipo en Europa por lo que significaría de viajes y calendarios. Quizás jugar media temporada en casa y otra media fuera pero, de la misma manera, sería un perjuicio notable para el equipo. Es muy difícil imaginar que esto ocurra sin, por ejemplo, ampliar la temporada regular a 18 semanas con dos de descanso, y para aprobar eso habría que cuadrar muchas, muchas cosas.

Lo de Toronto es mucho más factible. La ciudad está integrada en el deporte norteamericano con franquicias en las otras tres grandes ligas, a saber, NBA, MLB y NHL. Ya probaron las mieles de la NFL con los Bills jugando allí un partido anual, algo que duró cuatro temporadas. Diría que lo van a seguir intentando.

México capital también está entre las candidatas. Con numerosos problemas, entre los que se mezclan los económicos, geopolíticos, culturales... pero con la seguridad de una afición volcada hasta el extremo. Parece la más lejana de las opciones pero con la NFL soñando con expandir su marca más allá de Estados Unidos, y con la ciudad acogiendo partidos de temporada regular como ya lo está haciendo, sería de locos no pensar que la evaluación está en marcha.

A todo lo anterior habría que añadir, porque no sería la primera vez que algo así sucede, a Saint Louis, San Diego y Oakland. El inmenso dolor de la pérdida de sus equipos no hace que desaparezca el deseo de por tener una franquicia NFL y vaya usted a saber las vueltas que dan los proyectos, las ideas y las votaciones. Ya hemos visto como, por ejemplo, Cleveland, Houston y Baltimore perdieron sus franquicias para recuperar equipo en un periodo de tiempo bien escaso.

La NFL está en perpetuo movimiento y, como todo organismo capitalista, la agitación de sus partículas fundamentales es mayor cuanta mayor cantidad de dinero les impacta. Hasta ver si esta burbuja sigue creciendo o acaba por explotar lo sensato es prepararse para los inevitables cambios que vendrán en el mapa de la liga. Aunque eso sea decir adiós a algunas de nuestras más queridas franquicias y ciudades de entre la familia de la liga.