Este Atleti no se rinde
Los del Cholo se acuestan terceros 154 días después. Gran partido de Torres, que asistió en los goles de Koke y Filipe. Míchel: 1 punto de 9 con el Málaga.
Cuando comenzó el partido, Míchel había repartido a su equipo sobre el verde con sumo cuidado. Cinco defensas y Sandro arriba, aunque sonara raro, seguía un plan: cegar cualquier lugar por el que el Atleti pudiera encontrar su área. En los primeros minutos funcionó perfecto. El Atleti se defendía más que atacar y, salvo un intento de remate de Koke al principio, sus disparos a puerta rimaban con patatero, cero, cero. Pero en el minuto siete comenzó a resquebrejarse. Todo por un infortunio.
Savic saltó a despejar un balón en su área con tan mala fortuna que, al caer, lo hacía con todo su peso sobre el tobillo de Miguel Torres. El defensa del Málaga intentó seguir. Seis minutos. Pero nunca dejó de cojear. En el quince pidió el cambio y Ricca ocuparía su posición. Míchel no cambiaría su dibujo.
Se despistó el Málaga una vez y salió Koke disparado, como lanzado con tirachinas. Al borde del área, cedió a Torres que recibió de espaldas e intentó colarse entre dos defensas, se revolvió y, cuando iba a caer, al perder el equilibrio entre tanta pierna, se sacó una cola de vaca y lanzó la pelota hacia delante, hacia donde volvía Koke para empalarlo y hacer de ese balón un gol. Pareció sin querer. Es lo que tienen los genios: el talento se les cae solo de los bolsillos.
No cambió demasiado el escenario ese gol del Atleti, que volvió al modo cero en ataque mientras que atrás, sus centrales, tenían los dos un color, el amarillo. En el 31’ Lucas y Savic ya tenían tarjeta y los dos por la misma razón: Sandro. Duda hasta el último suspiro por una lesión justo antes del parón forzó para llegar y no sólo llegó, entre taconazos y caños, fue lo mejor de la primera parte.
La segunda parte comenzó como si el descanso no hubiese pasado. Disputada, lleno de rebotes, errores no forzados y roces. Lo mejor del Atleti seguía siendo que tenía seis canteranos en su alineación (en todas las líneas, menos la portería). El de casa tenía el balón pero también un problema: al llegar al área no sabía que lo que tenía que hacer con él era intentar colárselo al hombre de negro y guantes de amarillo ante la red.
Era el minuto 60 cuando Míchel se decidió a cambiar su dibujo. ¿Para qué cinco defensas si perdía 0-1? Sacó a José Rodríguez, metió a Recio y su equipo se ordenó en un 4-4-2. El partido no cambió, seguía siendo tan espeso como un chicle de cemento. Acabar de verlo en el minuto 70 era para valientes.
El Atleti se sentía cómodo: pura eficacia defensiva. Sonaba Míchel fuerte en su banquillo, pero su voz no cambiaba nada sobre el verde. Su equipo seguía atacando con el peligro de un niño empuñando una pistola de agua, ninguno.
Pero el hombre de negro no era holograma, aunque sí fue el susto del final, porque cuando tocaba sacar de portería no lo hacía él, sino Godín, cuando el Atleti ya abrazaba eso que persigue desde hace 148 días, ser tercero. Hoy lo duerme y si mañana pierde o empata el Sevilla lo seguirá siendo también cuando amanezca pasado