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España medirá su espesor en París

La selección derrotó a Israel cuando tenía vencer. Ahora toca convencer contra Francia, un partido sin puntos en perspectiva, pero con el prestigio en juego. Es uno de esos duelos donde los equipos envían mensajes a sus principales rivales y se perfila el futuro. Francia, que disfruta de una gran generación de futbolistas, según la opinión general, decepcionó en la última Eurocopa, menos por el resultado –perdió ante Portugal en la final París- que por la rigidez de su juego, mediatizado por un exceso de potencia y la escasez de frescura. Probablemente persistirá en la misma línea frente a España, que está en las antípodas. Le sobran ideas, pero le falta poderío atlético.

En Gijón, contra Israel, el equipo recordó una buena versión de sus mejores tiempos, no tan lejanos como parecen. La noche perteneció a los livianos y astutos centrocampistas, encabezados por Silva, un futbolista especial que ha aportado además una cuota de goles muy superior a la que ha ofrecido en el Manchester City o en el Valencia. Ha anotado 29 con España, cifra que le coloca en el cuarto puesto en el ranking histórico de la selección. Este dato explica la enorme variedad de recursos Silva, que ahora mismo es el faro de un equipo obligado a transitar entre dos generaciones.

Con un juego corto y preciso, España embotelló a Israel. A través de la paciencia esperó y aprovechó sus oportunidades. Su rival vivió sofocado toda la noche, buscando un resquicio para tirar el contragolpe. Los laterales, Carvajal y Alba, tuvieron una gran influencia en el juego. Diego Costa volvió a mostrarse incómodo en medio del avispero de jugadores que poblaba el área israelí. Casi todo lo que sucedió en Gijón recordó a una infinidad de partidos anteriores y a las singulares características del equipo.

El principal problema no radicó en la incomodidad de Diego Costa. Más preocupantes fueron las cuatro ocasiones de Israel, casi todas fabricadas por las dificultades de España en las transiciones defensivas. Fueron regresos apaches, con bastante descontrol y mucho espacio para correr. Lo aprovechó Israel para generar mucho peligro y para exigir a De Gea su mejor faceta: resolver con mucha agilidad en la raya de gol.

A la selección le conviene limitar ese problema. Tanto Piqué como Sergio Ramos están más que avisados del riesgo que asume un equipo que ataca con tanta gente y tan cerca de la portería adversaria. A ellos les corresponde identificar y marcar con firmeza a los rivales que se descuelgan para tirar los contragolpes. A veces, los dos centrales españoles transmiten una sensación de tanta confianza en sus recursos que olvidan cumplir las cuestiones más básicas.

El duelo de París será muy diferente. Francia maneja variables que Israel ni tan siquiera sospecha. Será uno de los equipo favoritos en el próximo Mundial, con una generación joven, pero con una considerable experiencia en los grandes tornes del fútbol. La inclusión del jovencísimo Mbappé junto a Griezmann, Pogba, Kanté y compañía señala la incesante producción de jugadores de primerísimo nivel. Es un equipo notable con unas cualidades muy diferentes a las de España.

España no combatirá a Francia en el cuerpo a cuerpo, aunque Lopetegui puede sentir la tentación de batallar con la gente más preparada para la fricción. No le faltan jugadores de estas características: Azpilicueta, Javi Martínez, Sergio Ramos, Vitolo, Koke, etc. Más interesante será conocer la respuesta de la generación que ganó el Europeo sub 21 de 2013, dirigida entonces por el actual seleccionador español.

Ocho de aquellos jugadores figuran en la convocatoria de Lopetegui: De Gea, Carvajal, Nacho, Illarramendi, Koke, Thiago, Isco y Morata. Es evidente que el seleccionador está enviando un mensaje de confianza para el futuro. Son sus futbolistas. Ahora les llega a todos el momento de responder con el mismo optimismo.