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La risa liberada de Luis Enrique

México

Muchos periodistas que sólo sonríen para las cámaras le han venido reprochando a Luis Enrique que no sonría. Debo decir que Luis Enrique Martínez es una persona simpática. Soy testigo. Cuando él estaba en la Selección yo era director de Alfaguara. Entonces tuvimos la ocurrencia de recopilar cuentos (la recopilación la hizo Jorge Valdano). Se me ocurrió que los seleccionados deberían recibir, cada uno, un ejemplar de las citadas colecciones. Una de aquellas mañanas sonó el teléfono y era Luis Enrique. Agradecía a la editorial la deferencia. Se había entretenido mucho con el retrato literario del juego de su vida.

Toda mi vida he sido un apasionado del fútbol y un ferviente defensor del oficio de futbolista, denostado por los que no se ríen sino que gritan desde la grada a estos profesionales de un oficio que me alegró la vida como espectador y como cronista. De hecho, un día, en el Santiago Bernabéu, junto a Mario Vargas Llosa y a Joaquín Estefanía, tuve el impulso de defender a Luis Enrique, precisamente, cuando un energúmeno que había ante mí le gritaba desde la grada aquello que hizo mala fortuna: “¡Luis Enrique, tu padre es Amunike!”. Toqué en el hombro del señor, éste me miró, le dije que yo era primo de Luis Enrique y ya él pasó a increpar a otro futbolista…

En fin. Tengo razones para sentir simpatía por Luis Enrique. Creo que en las últimas semanas se quitó un enorme peso de encima. Y me gustó verlo reír ante aquel inglés que se había dormido en su última conferencia de prensa. ¿Es otro hombre? No, es Luis Enrique riéndose del mundo porque ya siente que no le pueden hacer más preguntas para pillarle los dedos y hacerlo rabiar.