Griezmann le arruinó la noche a Ochoa y al Granada
El francés no hizo su mejor partido, pero un gol suyo de cabeza en el 83' mantiene al Atleti en la cuarta plaza y recorta dos puntos al Sevilla.
Cuando está en el banquillo, un jugador no existe. Sólo mira y se destroza las uñas hasta que esa mirada llega, a mano por parte. Esa. La del entrenador, que se da la vuelta, mira y mueve el cuello. Calienta que sales. Fue justo al volver del descanso cuando Simeone se lo hizo a Correa. El partido cambiaría para siempre, aunque hasta el final no lograra reflejarlo en el marcador. Porque costó de Granada de Los Cármenes, costó muchísimo. Las piernas de ambos las empujaba un mismo viento: venía del Pizjuán, allí donde los rivales de los dos habían empatado. Si el Atleti ganaba amanecería más cerca del Sevilla. Si lo hacía el Granada seguiría en descenso, pero un poco menos.
El primero en mandar sería el Atleti. Pronto tuvo Carrasco la primera, pero remató de cabeza templado, como un niño golpea un globo con la cabeza, no como un delantero. No lo es, de hecho, aunque ahí jugara. Esos primeros minutos fueron suyos. Cada vez que agarraba un balón, la jugada terminaba en el área. Si aquella se fue fuera, la siguiente fue dentro, pero la anuló la árbitro por fuera de juego. Pero, si el belga, eran chispas que anuncian fuego, el Granada contestaba. En su casa es otro. El doctor Jekyll. Y juega siempre con el mentón bien alto.
El partido era de ida y vuelta y el Granada convertía, además, cada salida de balón en una tortura, de la presión asfixiante. Solo a Filipe parecía no afectarle. Agarró el balón en su área y se fue a la contraria esquivando rivales como lo haría Messi. Venía Uche y se lo quitaba de encima con un quiebro de cintura. Otro por el suelo y también nada. Y llegó al área. Y buscó a Thomas y éste a Carrasco pero el belga llegó tarde al balón. Sería lo mejor del Atleti que el Atleti dejaría sobre la hierba de Los Cármenes en la primera parte.
Porque estaba mejor el Granada, sostenido en las carreras de un estupendo Héctor, las recuperaciones de Uche y Wakaso. El último casi lo sube al marcador con un balón que lanzó a la escuadra de Oblak y que se envenenó en el aire. Ahora el fuego era nazarí. El miedo, rojiblanco. Oblak lo espantó con otra de sus manos milagrosas.
En la jugada siguiente, era Grizi el que se subía a la goma y Koke le buscaba con un balón a la espalda de la defensa nazarí que el árbitro castigó con fuera de juego. No lo parecía. Y si lo fue, por milímetros. Milímetros, eso precisamente le faltó a ese balón que Griezmann peinó hacia atrás y se fue fuera besando el palo antes de que el árbitro pitara descanso.
Entonces fue cuando Simeone sacó a Correa y en el primer balón ya se notó que el Atleti era otro. En diez minutos, ocasión de Carrasco, ocasión de Griezmann y otra de Carrasco. Ahora el de fuera el que tenía la llave del partido y había encerrado al Granada en su área. Correa le había dado el colmillo que le faltaba. Entonces, como ese cambio funcionó, le tocó a Giménez, que salió por Gaitán para hormigonar el centro pero lo que pasó es que el partido volvió a lo de antes. Las idas, las vueltas, el intercambio de golpes. Si Koke remata de primeras en el pico del área pequeña y Ochoa atrapa, Héctor respondía con un tiro desde la frontal a Oblak. Ninguno dejaba moratones. Y el reloj, al 90’, y el marcador que sigue 0-0, y ese es un resultado que no le vale a ninguno. Y Simeone mira atrás y ve lo que tiene: Lucas, Vrsaljko, Schiappacasse, Cerci y Moyá, y vuelve a mirar hacia delante, cuando ahora es Ochoa quien saca una mano milagrosa, abajo, para sacar un tiro raso de Carrasco al primer palo.
Otra vez cada vez que Carrasco tenía un balón, parecía fuego rojiblanco, y entonces, en una jugada ensayada, la ejecución fue perfecta. Porque saca en corto el córner Filipe a Koke y éste se lo devuelve y levanta la cabeza y ve a Griezmann solo en el segundo palo, y allá lo envía y Griezmann no es como Carrasco: cuando remata de cabeza lo hace mirando como Karpov a sus rivales antes de decir jaque mate.
Simeone y el Mono Burgos lo celebraron con un abrazo de esos que te hacen dejar de sentir los brazos. Tan importante era, es. El Granada se lanzó a por el empate, con Ochoa al remate de un último córner porque Savic estaba fuera porque tenía sangre. Pero ese balón terminó en un ningún lugar y el partido murió con Wakaso viendo la segunda amarilla tras una entrada brutal a Griezmann y los jugadores del Atleti yéndose al vestuario cerrando el puño. La Real ya no podrá alcanzarles este domingo, este día que el Atleti amanece más cerca del Sevilla. Y las uñas de una de las manos de Correa aparecen intactas.