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El 3-4-3, el Leganés y la inflexión

México

Se había acusado a Luis Enrique durante mucho tiempo de no tener mano para saber mover al equipo de manera acertada, de no estar fino en sus decisiones desde el banquillo y de estar permanentemente anclado en un estado de mala baba, más respondón que nunca y con un carácter avinagrado a más no poder. Se dijo del preparador que era incapaz de leer bien un partido y se le reprochaba, incluso, que no agotaba los cambios en los partidos. A Luis Enrique se acumulaban tantas críticas que muchos se sintieron aliviados cuando decidió anunciar que no seguiría en el Barça más allá del 30 de junio, pese al interés del presidente en que firmase por un curso más.

Pero el técnico tenía una carta escondida. Al 4-0 de París se sumó la nefasta imagen ante el Leganés, partido solventado en el último minuto aprovechando un penalti señalado sobre Neymar. Ese fue el verdadero punto de inflexión de la temporada. Eso y el cambio de sistema que Luis Enrique aportó al equipo. Arriesgó mucho, es cierto, pero le salío bien. Hasta ahora se había comentado que el entrenador había hecho más directo el juego colectivo, pero el golpe de efecto llegó cuando disfrazado de cruyffista, e “importándole un rábano” entrar en la historia, pobló el centro del campo de futbolista de toque y eliminando los laterales puros pudo lograr la proeza. Muchos tratan de insistir que entre el técnico y los cracks no hay buen rollo, pero la química que fluyó por el césped del Camp Nou una vez marcó Sergi Roberto hizo callar muchas bocas. Todas como las que no dicen nada ahora de que este equipo ha evolucionado.