La villa real del Espanyol
Se despidió el Espanyol de la sexta plaza ante el equipo que la marca, el Villarreal, así que toda aspiración europea pasa ya únicamente por la séptima posición, es decir, por la final de Copa (paradojas de la vida) y, por supuesto, por recortar los puntos a los que se sitúa ese objetivo, que siguen siendo tres por la derrota del Eibar, y he aquí la mejor noticia que se llevan los pericos del ahora conocido como estadio de La Cerámica.
Pero, por paradójico que resulte por el 2-0 final, de Vila-real también salió el Espanyol con otras noticias positivas. O, cuando menos, señales. La apuesta de Quique, a diferencia de la mayoría de salidas, fue no solo ofensiva sino valiente. Empleó un doble pivote más alegre que el de Balaídos, con la entrada de Marc Roca (rozó el excelente) y arriesgó con Melendo. Es decir, ofreció la versión más propia de Cornellà fuera, ante un aspirante a disputar la Champions, con un juego más madurado, combinativo. Y la derrota llegó en dos acciones crudas: la réplica lo que pudo ser el 0-1 en un chut de Jurado, al filo del descanso, y un rebote tras una buena parada de Diego López. Tuteó el Espanyol al Villarreal y perdió, del mismo modo que en el Villamarín o en Málaga había ganado a trompicones. Y, como sucedió ante la Real Sociedad, evidenció que, hoy por hoy, está a un pasito de estos. Pero solo a uno. Su villa real es el Top-10, aunque el séptimo está a tiro.