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Piqué, Bartomeu y el ceño de Messi

Marcó Messi su penalti, que valía dos puntos, y no festejó, no cambió su cara ceñuda. No hay nada que preocupa más al barcelonismo que el humor de Messi, y con razón. Un jugador así no volverá a salir de la nada, como ocurrió con él, y la idea de que pueda estar en la tentación de irse, al PSG, al City o donde sea, se hace insoportable. Y si no está a gusto, si ve que el equipo no tira, le puede dejar de apetecer jugar para el equipo para el que lo venía haciendo. Algunos hasta vieron en el ceño de Messi algo así como un pulgar hacia abajo sentenciando a Luis Enrique. El equipo se le ha partido por la media y Messi se resiente de ello.

Pero ayer salió Piqué en defensa del entrenador, al tiempo que hacía promoción de un club de pádel. A Dios rogando y con el mazo dando. Piqué tiene cabeza para todo, no sólo para despejar balones. Y la verdad es que su exposición fue razonada, bien construida, llena de intención positiva y hasta cierto punto creíble. Dejando de lado lo del lenguaje florido (“cuando llegó Luis Enrique estábamos en la mierda”), es una intervención consistente. Bastante más que la del presidente en la víspera, sin tantos argumentos y con la desdicha de que el partido inmediato se los chafara. Quiso respaldar a Luis Enrique pero la noche acabó mal.

En fin, que el mensaje de Bartomeu no tiene peso y sí el de este singular jugador, que no es ni capitán, pero que funge de presidente de guardia porque el que hay no termina de vestir el cargo. Un referente Piqué, desde luego. Pero el verdadero referente es Messi, cuyo ceño es el peor diagnóstico que puede recibir este Barcelona de Luis Enrique que se desangra por el medio campo. Busquets e Iniesta decaen, Rakitic se quedó a medias, André Gomes es un pecho frío, Rafinha y Denis no terminan de romper, Sergi Roberto ha atascado su carrera en la banda. El Barça no sujeta los partidos y Messi anda ceñudo. Ésa es la gran conmoción.