EL REPORTAJE
Raúl Cancio, la mirada revolucionaria y genial del fotoperiodismo deportivo
El histórico fotógrafo de Pueblo, El País y AS estrena exposición. Impresionante muestra de sus 50 años de carrera.
Raúl Cancio ve la vida desde una óptica diferente. La lleva capturando, cámara en mano y con su mirada diferente, desde hace más de medio siglo. Desbordando genialidad, prontos castizos y simpatía a partes iguales a la vez que reinventaba la fotografía deportiva. “Cambié el sistema haciendo fotos distintas y hoy mi copyright es el mismo. Por suerte he vivido de esto 50 años y bastante bien”, cuenta. No hay mejor prueba que repasar cada una de sus fotos.
Un sello original. Estilo tan personal comenzó a fraguarse en los sesenta, desvela Cancio, tras el consejo de Juan Luis Cebrián, por aquel entonces redactor jefe en Pueblo. “Humaniza el deporte y haz fotos que sorprendan al lector, incluso al que ha estado en el campo, me dijo. Y sigo haciéndolo”, explica.
Registrar momentos que no haya captado el espectador y dotarlos de un sello inconfundible. Ese ha sido su hermoso oficio, tal y como él lo define. “Tiene arte, literatura, Pulitzer... Esa es su grandeza”, añade. Un fotoperiodista todoterreno con una sensibilidad especial para el deporte y con Cartier Bresson como gran ídolo.
Cuenta Cancio que su estilo lo labró retirándose de la portería. “Mientras la mayoría tiraba con un objetivo normal de 55 mm, yo empecé con un teleobjetivo corto. Me iba moviendo hacia el córner y buscaba codazos, agarrones... Eran fotos distintas y veía que gustaban”, desvela. En esa búsqueda de lo diferente admite que se perdió muchos goles, pero que no le preocupaba. “Lo hacía también en el baloncesto y en los toros. En muchas fotos de portada no había toro. En otras ni torero. Y eso era ya la hostia”, relata. Juan Carlos Tirado, jefe de fotografía de AS, coincide en destacar una visión tan moderna. “Hacía primeros planos y gestos y muchos empezaron a copiar sus fotos. Revolucionó la fotografía deportiva”.
Por aquel entonces el veterano reportero gráfico tiraba tres o cuatro carretes como mínimo cada partido y para el envío completaba un curioso proceso. En palabras de Cancio: “Revelábamos en los baños. A puro macho. Un desafío enviar la foto”.
Cancio insiste en que quiere a sus fotos casi por igual, pero sí tiene bien grabada su primera gran foto deportiva. “Fue en el Metropolitano en un entrenamiento de la Selección. Cacé al gran Gento en el aire con la mano en la ingle por un tirón y con Adelardo mirando como diciendo este se ha roto. Le tengo mucho cariño también a la de Miguel Reina tocándole la cabeza a Ramón Grosso. ¡Quién ha visto eso en el campo! Nadie. Lo vio mi objetivo, que suele ver más que mi mirada”, relata orgulloso.
Y ahí sale a relucir una distinción básica. Mirar no equivale a ver la foto. “Ese gusto o esa intuición se tiene o no y ocurre lo mismo para vestirte”, apunta con gracia. Y entonces llega el turno de contar las historias detrás de cada una de sus grandes fotos. “Me gusta mucho la de Iríbar con el foco en la grada, con unas 2.000 personas en el fondo de San Mamés siguiendo la jugada. O la de Camacho con la Selección cuando era un toro y mordía hasta en las orejas. Está la de Pirri el día de su retirada y la de mi amigo Di Stéfano, el más grande de la historia, y en la que parece que está bailando un tango mientras me mira”, rememora con emoción.
La relación del profesional con el deportista era entonces diferente y fuente de un sinfín de anécdotas. “Comía con ellos, les daba de vez en cuando un Marlboro y tomábamos vermú. Y eso que Alfredo era muy perro. Y algo amarradete. Un día invitó a una paella y le dije que me dejara hacerle una foto. Me dijo de todo, claro. Nos queríamos mucho”, recuerda.
Son las historias que acompañan a las grandes fotos de su carrera. Puro fotoperiodismo deportivo. La vida misma. La mirada genial y revolucionaria de Rául Cancio.