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SUPER BOWL LI

Tom Brady se merece todo lo que le pase en la NFL

El quarterback de los Patriots se ha convertido en el quarterback más laureado de la historia y su única motivación es competir contra sí mismo.

MéxicoActualizado a
Tom Brady no puede ser mucho más feliz tras hacerse con su quinto anillo como campeón en la NFL.
Kirby LeeUSA Today Sports

Día de Acción de Gracias de 2057. Un coro de niños rodea a un anciano sentado en su sillón antigravitatorio de último modelo.

- ¡Cuéntanoslo una vez más, abuelo! –vociferaban a coro impacientes.

Tom Brady sonreía de satisfacción ante la solicitud de sus nietos. La edad y los golpes recibidos le habían hecho olvidar muchos recuerdos, pero aunque habían pasado más de 40 años, aquella SuperBowl LI seguía fresca en su memoria.

- Perdíamos 28 a 3 en el descanso. Entonces, Belichick nos congregó a todos y…

- Papá, no les cuentes historias del Tito Bill a los niños, que después tienen pesadillas – le recriminó su hijo Benjamin.

Pero Tom continuó con su relato, refunfuñando ante los reproches de su vástago.

- Íbamos 25 puntos por debajo en el marcador, y nadie daba un centavo por nosotros. En aquel momento, reuní a los chicos en el huddle y les dije…

- Ya se lo contarás más tarde cariño, la comida está lista –anunció alegre Gisele, cortando la narración de Tom-. ¡Este pavo sintético que acaba de salir de la impresora 3D tiene una pinta exquisita!

Probablemente, al igual que en esta imaginaria situación futura, nos quedaremos con las ganas de saber lo que realmente pasó por la cabeza de Brady durante esos minutos mágicos en que dio la vuelta a una final que su equipo tenía perdida.

Nos lo preguntaremos durante años.

Tom Brady ocupa el escalafón más alto en la escala evolutiva masculina. Los vanidosos querrán ser recordados por ser los mejores. Los románticos por tener como esposa a una bella modelo internacional. Los puramente pragmáticos, por ser escandalosamente multimillonarios. Brady los aúna a todos. Pero el que realizó la remontada no fue ninguno de ellos. Volvió a ser ese joven escuálido de las fotos de la combine dispuesto a comerse el mundo. El niño que viendo en Candlestick Park cómo Joe Montana conectaba con Dwight Clark el famoso “Catch” decidía que de mayor quería ser quarterback. Pero también el hombre herido por la ignominia de ser castigado sin jugar por un delito que nadie pudo demostrar, y sobre todo el hijo orgulloso a quien el amor por su madre enferma hizo desistir de seguir litigando en los tribunales y enfocarse en dedicar a sus padres, sus auténticos héroes, la más emotiva de sus victorias.

No sentía sobre sus hombros el peso de la responsabilidad, ni en sus dedos, el de los anillos. Era algo personal. Entre él y esos demonios de rojo que le habían estado machacando toda la noche. Pacientemente había soportado el castigo hasta que vio sustituir en los ojos de sus enemigos la furia por el agotamiento. Sus verdugos pedían clemencia. No iba a concedérsela.

Seguramente, la convicción en la victoria se la transmitió Belichick a sus pupilos insistiendo en que continuaran haciendo su trabajo. Es probable que la clave para la remontada la diera McDaniels apuntando las debilidades en la cobertura georgiana. Pero más allá de encontrar el eslabón más débil de la secundaria falcon, o la falta de respuesta para frenar a White, quien contagió la fe en la remontada fue el veterano capitán. El coordinador ofensivo exprimió su libro de jugadas en un infructuoso pase de Edelman. El entrenador apuró su estrategia con un fallido onside-kick. La carrera no funcionaba. A los Patriots sólo les quedaba encomendarse a la magia del 12. A su dictado, ataque y defensa se retroalimentaron para conseguir lo impensable. El miedo cambió de bando. Las rodillas que temblaban, ya no eran las suyas.

El football es probablemente el deporte más analítico que existe. Rutas, esquemas, técnicas, elaborados planes de juego y enrevesadas jugadas de engaño que se los saltan. X’s y 0’s. Flechas por todas partes. Pero al final, es un hombre contra otro. Preparación y determinación frente a frente. Y nadie como Brady en esta situación. No tendrá el brazo más poderoso, ni certero, ni las piernas más veloces. Pero sabe ganar partidos, lo lleva haciendo toda la vida.

Se equivocan quienes citan la suerte. La recepción milagrosa de Edelman no tiene nada que envidiar a las de Tyree o Manningham que les costaron sendos Lombardi, o incluso la de Julio Jones el mismo domingo. Que Rams, Seahawks o Falcons escogieran pasar en vez de correr como dictaba la lógica no debe mermar su legado. Que Branch, Butler o White hayan tenido grandes actuaciones no les convierte en estrellas. Vinatieri sí, pero los kickers no son personas.

También yerran quienes achacan a la fortuna su carrera. Es cierto que de no haberse lesionado el QB del Junípero Serra High School quizá nunca la Universidad de Michigan se hubiera fijado en el entonces suplente. Todos sabemos también cómo alcanzó la titularidad en New England tras caer Bledsoe. Pero fue su esfuerzo quien le puso en disposición de tener esa posibilidad, desplazando a otros aspirantes; y fue su trabajo después lo que le hizo afianzarse en el puesto.

Sí, Tom Brady da mucha envidia. Pero todo lo conseguido, se lo ha ganado merecidamente.