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La crónica que no pudo ser

Unos Falcons perfectos destruyeron a los Patriots

La presión de Atlanta no dejó ni respirar a Tom Brady, mientras el ataque, dirigido por un Matt Ryan casi perfecto, hizo lo que quiso con la defensa de New England.

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Unos Falcons perfectos destruyeron a los Patriots

Una de las curiosidades de la Super Bowl ha sido que el Boston Globe sacó su primera edición anunciando la victoria de los Falcons en la Super Bowl LI. Ellos fueron unos insensatos, y se tiraron a la piscina antes de tiempo, pero en todos los medios del mundo ya estaba preparado mucho contenido sobre la debacle de New England. Nosotros, en concreto, teníamos la crónica terminada a falta de un párrafo y hasta con la foto metida en página. Robert Alford extendiendo las manos mientras cabalgaba hacia la end zone. En realidad, la primera foto elegida fue la misma que la del Boston Globe, absolutamente maravillosa, pero por una cuestión de derechos tuvimos que descartarla.

Solo faltaba acabar el penúltimo párrafo, poner el resultado y darle al botón de publicación. Sin embargo, algo increíble sucedió que mandó todo ese trabajo a la papelera. No hace falta que os diga lo que fue. Pese a todo, cuando conté la anécdota en el directo del Facebook Live muchos sugirieron que la publicara como curiosidad. Nos pareció buena idea y hoy, casi dos días después del final del partido aquí la tenéis. Eso sí, os aviso, si sois aficionados de los Falcons no sigáis leyendo. Quizá vuestro corazón no sea capaz de soportar una congoja que difícilmente habréis contenido en las últimas horas.

Robert Alford corre imparable hacia el touchdown después de interceptar a Tom Brady.
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Robert Alford corre imparable hacia el touchdown después de interceptar a Tom Brady.Bob LeveyAFP

¡Los Falcons lo hicieron! Saltaron la banca, arruinaron al casino, robaron la cartera al equipo del siglo y entraron en la historia de la NFL ganando una Super Bowl que dominaron de principio a fin, atropellando a unos Patriots que todavía no saben exactamente qué es lo que les pasó por encima durante tres horas largas de chorreo imparable. Fue una tortura sistemática, sin piedad, jugada tras jugada. De esas que han protagonizado tantas y tantas veces los de Belichick, pero que esta vez sufrieron en sus propias carnes con toda la crudeza posible.

Como suele pasar en estos partidos, el factor clave de la victoria fue el que menos se esperaba: la defensa de Atlanta. Dan Quinn, su entrenador principal, el antiguo gurú de la defensa mágica de los Seattle Seahawks, desmontó desde el primer instante el planteamiento de Belichick. Sus jugadores, jóvenes sin experiencia que hasta ahora solo parecían promesas, pelearon como veteranos curtidos y entraron en la leyenda a lo grande. Frenaron en seco el juego de pases cortos de sus rivales, provocaron un balón perdido de Blount que significó el punto de partida de la paliza, golpearon a Tom Brady una y otra vez para que siempre jugara agobiado, e interceptaron por fin al quarterback de New England, para que Robert Alford cabalgara durante82 yardasque dieron la puntilla al partido cuando aún quedaban algunos minutos para que se llegara al descanso. 21-0 y zurra de campeonato que dejó a los Patriots clínicamente muertos. Atlanta esperó toda la temporada para enseñar sus uñas defensivas, pero las sacó en el momento justo para hacer trizas a sus rivales.

Antes de la extremaunción oficiada por Alford, Freeman había abierto el marcador con carreras exteriores que destrozaron hasta el touchdown a la famosa defensa contra la carrera de los Patriots. Luego fue Julio Jones, con dos recepciones eléctricas, el que volvió a abrir la lata para que poco después Matt Ryan culminara con un pase en la end zone a Hooper. El ataque de Atlanta tardó un cuarto en meterse en el partido, pero cuando lo consiguió hizo un daño quirúrgico. Sin mirar el reloj ni tomárselo con calma. Directos a la yugular. Con una labor de destrucción que volvió loca a la defensa de New England, obligada a hacerlo todo perfecto para devolver a los suyos a la vida, pero incapaz de entender nada de lo que estaba sucediendo e igual de colapsada que su ataque.

Los orgullosos Patriots, el equipo del siglo, los favoritos para la victoria, el grupo de conjurados que se las sabe todas y que es capaz de enhebrar cualquier aguja al grito de ‘Do your job!”, había entrado en colapso. Brady no pensaba en la victoria, sino en la supervivencia. El tradicional festival de pases cortos no funcionaba, la defensa de Atlanta parecía adivinar cada jugada rival antes de que el balón se pusiera en juego y las caras de frustración inundaban la banda de New England cuando aún no se había llegado al descanso.

Llevábamos dieciséis años viendo a los Patriots ganar cuatro Super Bowls después de torturar a sus rivales, o perdiendo dos finales in extremis con Eli Manning convertido en pesadilla, pero nunca habíamos imaginado que alguien podría apalearles desde el primer minuto, dejando a la gran dinastía en porretas, desnuda a la vista de todos, enseñando sus vergüenzas como nunca en la historia de su laureada trayectoria. Niños enfrente de hombres cuando siempre habían sido ellos los que daban las lecciones.

Como se esperaba, la segunda mitad fue un mero trámite. El ataque de Atlanta ya jugaba a placer, con el tiempo a su favor y la seguridad del que juega de memoria. Y los Patriots, sin tiempo para obrar el milagro, se tambaleaban sobre el emparrillado sabiendo que nada de lo que pudieran inventar serviría para nada. Cuartos downs, onside kicks, carreras cuando ya daba lo mismo. Engordar para morir frente a los auténticos reyes de la noche. De la temporada.

Coleman abrió aún más diferencias (28-3), White redujo distancias aunque Gostkowski fallara el extra point (28-9), field goal de Gostkowski para hacerse perdonar el anterior error (28-12)… (¡OJO! Añadir aquí las últimas anotaciones si hubiera más).

Atlanta entra en el club de los equipos ganadores de la Super Bowl. Y lo hace con letras doradas. Matt Ryan, el mejor jugador de la temporada, cumplió su sueño de ser el quarterback que llevara el Lombardi a la capital de Georgia. Y en el equipo ya nadie teme la marcha de Kyle Shanahan, su genio ofensivo. Ahora saben que con Dan Quinn, el mago de las defensas, ellos son capaces destruir a cualquiera que se les ponga por delante. ¿A quién van a temer después de destruir hasta el alma la leyenda de los Patriots?