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Tercer tiempo

Lluvia en Vigo

Llueve en Sevilla y es una maravilla. Llueve en Canarias y es salud. Llueve en Vigo y tiembla el misterio. La tempestad se asocia a la desgracia pero también al lujo que se permite la naturaleza: después de la tormenta viene la calma, se dice, pero mientras dura tienen miedo los perros y los gallos. En Vigo fue tan grande que acabó con el partido del año. El Celta se quedó inédito y el Madrid dejó en remojo el plan de revancha.

Lucha en el barro

A don Luis Suárez, oráculo de Carrusel, le parece que el fútbol se ha debilitado. Él cree que si se hubieran suspendido en sus tiempos (los años 60 del siglo pasado) partidos por tormentas así nunca se habría podido jugar en el Norte en esos años. Pero vimos el Celta-Alavés. Ahí sólo se podía jugar al rugby en lo más oscuro de Inglaterra. El daño que dejó la tormenta afectó hasta al alcalde Caballero.

Cuestión de Estado

Aplazar un partido es cuestión de Estado. Antes lo suspendía el árbitro; llegaba con sus útiles humildes de verificar la cancha, movía la cabeza en un sentido u otro y dictaba sentencia: se juega, no se juega. Ahora tienen que ver LaLiga, la FEF, los clubes, el alcalde… y las televisiones, que son las grandes alcaldesas del fútbol mundial. De ellas depende hasta el horario chino que manda en los partidos. Y hasta que un partido resucite.

Punto y aparte

Esta suspensión fue un punto y aparte que aparcó una tormenta desatada por Zidane, con esa sonrisa que parece un toque de balón suyo: espera más de Benzema, de Cristiano. Fue como si le respondiera a Shakespeare afirmativamente a esa pregunta de La tempestad: “¿Has ejecutado puntualmente la tempestad que te encomendé?” Como no se hizo el partido, ni Zidane ni Cristiano ni Benzema pudieron responderle a Shakespeare.

Atormentados

Vi con congoja el Valencia-Eibar, por el Valencia, aquel equipo tan vitamínico. Ahora no es nada. Está triste antes de saltar, está triste el entrenador, está triste el chino y están tristes los futbolistas. En medio de la tormenta están tristes hasta los pájaros, y lo que sucede en Mestalla es un ciclón que reduce a la nada el humor y los muebles. Decía Blas de Otero: “Aquí no se salva ni Dios, lo asesinaron”. Están en ello.

El Niño cumple

Al Cholo lo dejó el Barça descuartizado, como esos pájaros sin risa de las tormentas. Pero El Niño Torres le devolvió la color el sábado. Torres sigue siendo un goleador nato… que a veces se acuerda. Lo hizo para conmemorar su primer gol en el equipo, para retar a Adelardo y para contentar al Cholo, triste porque el equipo no responde. Otras risas hubo en goleadores antes tempestuosos, como Alcácer, que estrenó su risa en el Barça.

Un palo de agua

Patti Smith cantó en la entrega del Nobel esa canción, A hard rains´s a-gonna fall, de Bob Dylan, que no quiso estar en Estocolmo. Un palo de agua sería la traducción castiza. Se me vino a la mente cuando se suspendió el Celta-Real Madrid. Luego me vino La tempestad de Shakespeare. No es sólo un desastre de LaLiga y de la meteorología: es un fracaso de la instalaciones del fútbol.

Tormenta perfecta

Así viven el Valencia, el Sporting. En medio del lodo anímico, que es peor que el lodo meteorológico. Al equipo gijonés le quitaron al entrenador. Suele funcionar el recambio, pero el Alavés es más que el Sporting. El Sevilla es más que el Villarreal, pero ahí los ves, empatando a favor del Barça. A Asenjo lo metieron en la tormenta del penalti. Se libró de la tempestad y el

La frase

“¿Has ejecutado puntualmente la tempestad que te encomendé, espíritu?” W. Shakespeare, La tempestad