Tercer tiempo
Nombre a la espalda
Cuando un futbolista se señala la espalda para que le lean el nombre es que algo se quema en su alma. Y en el alma ajena. En el fútbol, aunque parezca algo tan pasajero, noventa minutos que te llevan a la gloria o al infierno, hay un fuego siempre viviendo, hasta que explota, y es el infierno. Pasó el jueves en Sevilla. Luego iré a lo que pasó anoche. Ese Sergio de Sevilla simboliza el fútbol de hoy.
El nombre de Raúl
Raúl fue el primero en señalarse el número, el 7, que parecía su apellido. Esa señal iba contra Aragonés; y era su complicidad con los hinchas, los que lo querían, los que no lo querían. Eso es el fútbol, amor y odio. Luego venimos nosotros, los que comentamos, y nos juntamos con la grada. A Raúl se le fueron limando las uñas y ahora es un ejecutivo de corbata. Ya no tiene camiseta que señalarse.
Educación de Sergio
He escrito aquí de la evolución del lenguaje del futbolista. Cuando el incidente de Piqué y los árbitros, al que siguió el infierno que creó ante Tebas, hasta llegar al premio de Cristiano y la ausencia azulgrana, fue Sergio el que puso sosiego en sus huestes. ¿Lo del jueves en Sevilla? Una censura en su lenguaje, un error tan grande que parece una caricatura. Se cayó al infierno él solito. Sin necesidad ninguna.
El fútbol en la grada
Hay dos partidos: el que se juega en el campo y de la grada. En cierto campo español escuché este insulto al ahora entrenador del Barça: “Luis Enrique, tu padre es Amunike”. Es un insulto absurdo, pues Amunike no es insulto, sino nombre propio, así que como insulto me resultó incomprensible. Le toqué en el hombro a uno que lo gritaba. Le dije que se imaginara que Luis Enrique era hermano mío. Y se calló. Pero pasó a insultar a otro.
La tarea del jugador
Así que el infierno en que se cae en el fútbol se da porque los jugadores creen que juegan en la grada. Y la grada es un sonido que anima al fútbol, y ha de ser ininteligible para que el partido tenga sus cauces lógicos: la grada y el campo. El ying y el yang.. Simeone animaba a la grada, la integraba en el campo. Ahora que él es más sobrio su equipo (pasó el sábado) suda más para ganar. Sin ruido y con ruido todo depende de la tarea del jugador.
Sensación de abismo
Hay otros infiernos como el de la UD Las Palmas ante el Barça. Las estadísticas son claras: si disparas una vez a gol y el otro dispara veinte es que estás en tu particular infierno. Infierno diferente es el del Valencia, su sensación húmeda, de abismo. Pasa cuando empiezas a caerte por una escalera vacía, terminas cayendo del todo. Y eso es lo que pasa. La grada vio hace rato ese infierno.
Y sin embargo
El Valencia respiró. El Sporting se ahoga. El infierno va por barrios. LaLiga es un barrio inmenso en cuyos patios queremos siempre que triunfen los nuestros. El invierno es el infierno de la temporada; pero es en este tiempo cuando se producen todas las sensaciones a la vez. Y es cuando llega el surrealismo a convertir en azar la lógica de ganar y perder. Fíjense en Sevilla. LaLiga no se acaba nunca.
Surrealismo
Sergio Ramos encendió el Sevilla-Madrid con un golpe a lo Panenka. Cristiano lo encendió anoche ensayando su penalti en la espalda de Vitolo. Y luego Ramos le regaló a su viejo equipo un gol de oro. De esto hace un guión David Trueba y lo meten en la cárcel de papel por iluso. Pero el fútbol es así, y hay Liga, señores, esto es fútbol. Anímense, lean el AS con atención, que esto no acaba nunca. Para unos es la gloria y para otros es el infierno.