Los Steelers, a la final de la AFC con Bell, Brown... y Boswell
Pittsburgh no inventó nada, no se salió del guión, no pudo con los Kansas City Chiefs en la red zone y, por lo tanto, ganó por la mínima un partido muy lógico.
Dijo Mike Tomlin, en el descanso del partido entre los Pittsubrgh Steelers y los Kansas City Chiefs de la ronda divisional de los playoffs, que la clave de su equipo era no tener ninguna jugada nueva, no tener ningún nuevo concepto, sino ejecutar lo que llevaban haciendo todo el año de la mejor forma posible. No se puede explicar mejor lo que sucedió en Arrowhead y que les ha llevado a la final de la AFC, que jugarán la semana que viene contra los New England Patriots.
Esa gran verdad es algo que otros olvidaron (te estoy mirando a ti, Jason Garrett). Tomlin, no. De hecho insistió en todo cuanto esperábamos de ellos para convertir el duelo en el 18-16 final. ¿Correr con Le'Veon Bell? Por supuesto ¿Antonio Brown apareciendo en los momentos importantes? Dadlo por hecho ¿Big Ben con eficiencia? Pim, pam, pum. Las tres Bs. Hubo que sumar una cuarta B, que, además, fue la más notable en su excepción: Boswell, el kicker, que anotó seis goles de campo, lo cual es un récord en playoff de la NFL.
La aportación de Boswell fue extraordinaria porque los Chiefs aportaron su granito de arena a la foto de la previsibilidad. Su defensa fue derribada en campo abierto, con los jugones de Steelers a sus anchas; baste decir que los tres pasaron de las cien yardas... en la primera mitad. Sin embargo, en la red zone se volvieron impenetrables. Por eso Pittsburgh sólo anotó en seis drives, y los seis fueron con tres puntos en cada viaje.
No pareció que eso les pusiera nerviosos. La clave, por supuesto, es que Kansas City chocó una y otra vez con el front seven de los Steelers. En el primer cuarto Alex Smith conectó con Albert Wilson para touchdown y, más allá, la nada.
Shazier y Dupree, Tuitt también, Harrison por descontado, dominaron la línea de scrimage y pararon a los Chiefs con solvencia. Hay que añadir que Alex Smith, sin duda alejado de la brillantez que la naturaleza le negó, no tuvo un mal partido, y que sus escasas estadísticas hubiesen quedado bien maqueadas si Jeremy Maclin o Travis Kelce no hubiesen cometido algún que otro drop asesino, un par de ellos en la end zone.
Al estar tan igualado el encuentro, por la incapacidad de los Steelers en rematar su gran dominio, todo desembocó en los instantes finales con el resultado en el alero. Los Chiefs gastaron los minutos finales en un drive marca de la casa, de esos pesadotes que parecen avanzar sin urgencia, en el que convirtieron hasta un cuarta y ocho. Con sobriedad se metieron en la end zone, Spencer Ware en concreto, para poner el 16-18 en el marcador.
La conversión de dos puntos lo iba a decidir todo. Y lo cierto es que los Chiefs la anotaron... salvo que Eric Fisher, villano insospechado, cometió un holding sobre James Harrison que les mató. Tuvieron que irse a la yarda 12 y, desde allí, pararles resultó un juego de niños.
Aún tuvieron los Steelers que conseguir un primer down para rematar el partido y, claro, una carrera por aquí, un pase por allá, y Antonio Brown apareciendo de forma mágica en el tercer down, pusieron el punto y final a un encuentro muy lógico.
Demasiado, la verdad. Venir de un Cowboys - Packers que va a pasar a la historia de este deporte a un ejercicio que rozó lo funcionarial no deja de ser un proceso de descomprensión duro. E injusto. En este partido hubo cosas buenas, hubo algún error serio (cada QB lanzó una intercepción), buenos jugadores en todas la líneas... pero también una sensación de guión preestablecido e inmutable que no le hizo ningún bien.
Sea como fuere, los Pittsburgh Steelers están en la final de la AFC contra los New England Patriots. Pocos partidos en esta conferencia haría más feliz a la liga.