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Mavericks 113-108 Suns

Deron Williams y Nowitzki electrifican a la Arena CDMX

La Arena Ciudad de México vio cómo los Mavericks vencieron 113-108 a los Suns en el cuarto partido de temporada regular de la NBA en México.

México DF
La Arena Ciudad de México vio cómo los Mavericks vencieron 113-108 a los Suns en el cuarto partido de temporada regular de la NBA en México.
José MéndezEFE

"Dirk es todo", clamaba Gustavo, aficionado 'hardcore' de los Mavs, mientras sus se iluminan al describir los míticos pivoteos del alemán. Su nombre es omnipresente en la Arena Ciudad de México que vio cómo sus Mavericks vencieron 113-108 a los Suns en el cuarto partido de temporada regular de la NBA en México.

Lo cierto es que el partido, de inicio, tuvo un aire carnavalesco. Algo de bulo de pretemporada. La pintura era zona de exclusión, los jugadores se acariciaban con rosas y un murmullo recorría la Arena Ciudad de México. El único al que le corría la sangre, y le escurría de las falanges, era a Deron Williams. Impecable en los traslados y en las ejecuciones a distancia. También se desmelenó Seth Curry, un párvulo cada vez más consciente (y responsable) de su linaje. En Phoenix sólo se asomó Chriss Marquese, máximo anotador del primer periodo (11 puntos) y único foco de resistencia de los Suns en la zona crítica.

A Carlisle no le rindió frutos el quinteto sin sin glamour. Powell, Anderson, Finney-Smith y Mejri sucumbieron al poderío de Chandler, el cactus más grande del desierto, incólume entre el fragor, y a la clarividencia de Bledsoe. Del segundo ya inferimos sus capacidades, notables pero no flameables. Del primero no queda más que admirar cómo surge como Coloso de Rodas entre la pintura. 11 rebotes. Amo y señor. Sus hombros de titanio bien le podrían seguir para conquistar México él sólo. La Arena Ciudad de México, concurrida pero sin rebozar, recibió al medio tiempo con ventaja para su hijo adoptivo por dos días (57-59). Nunca logramos discernir por qué la hostilidad hacia los colores de Nájera, Nash y Nowitzki, quien lucía como el guerrero que sabe que la última batalla aguarda tras el amanecer.

Pero Deron Williams tenía un plan. Sus "jumpers" asesinos devolvieron el agua a su cauce mientras la magia de Barea, un nigromante capaz de abrir espacios donde no los hay, perfumaron a los Mavs con sus esencias de antaño: la del juego metódico, vigoroso y puntual que por tantos años le mantuvo en la competencia del Salvaje Oeste.

Los Mavs entraron al último periodo con una ventaja lo suficientemente sólida como para que incluso los desatinos de su endeble defensa la pusieran en peligro. Y mientras Booker entraba en combustión (39 puntos, máximo anotador del partido), tres triples firmados por Matthews, Nowitzki (un tierno beso de despedida, la última batalla siempre se gana) y Curry (el ADN), sentenciaron el partido. Algún giro inesperado en la trama asomó al final (la defensa de los Mavs esta temporada da para cualquier cosa), pero no fueron más que fuegos artificiales: los que aclaman por Dirk, la razón de muchos, la razón de todo esta noche.