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Jordi Ribera, obligado a ganar

México

La Selección masculina de balonmano prepara en el Torneo Internacional de España, en Irún, un Mundial que está a la vuelta de la esquina (Francia, 11-29 de enero). Al frente está un nuevo seleccionador, Jordi Ribera. Su compromiso es de aúpa. No el de hoy, vencer a la Qatar de Valero Rivera, uno de sus antecesores en la Selección, sino el de llevarnos a los podios de cuantas más altas competiciones disputemos. Los tres seleccionadores anteriores lo consiguieron: Cadenas, plata y bronce en los Europeos de 2016 y 2014, respectivamente; Rivera, oro y bronce en los Mundiales de 2013 y 2011, respectivamente; Pastor, bronce en los Juegos de 2008, oro en el Mundial de 2005 y plata en el Europeo de 2006. Entre medias hubo uno más, García Cuesta, pero temporalmente.

Para hacer justicia a este repaso de seleccionadores que llevaron a España a los podios, hay que nombrar a Juan de Dios Román, con quien comenzó todo: bronce en los Juegos de 1996 y 2000, plata en los Europeos de 1996 y 1998, y bronce en el Europeo de 2000. Entre éste y Pastor estuvo Argilés, que se fue de vacío. Ribera hereda un balonmano acostumbrado a los éxitos. Es un técnico metódico, con un solo título en su palmarés, la Copa Asobal con el Ademar León, y que se ha dedicado a formar selecciones: la de Argentina para que su balonmano emulara los éxitos de los conseguidos por la de fútbol, baloncesto o rugby, y la de Brasil para que hiciera un digno papel en los Juegos. Ahora su misión es más ambiciosa, porque todo lo que no sea jugar por las medallas sabrá a poco.