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Juegos Olímpicos

Las ciudades se niegan a pagar por ser subsedes de Tokio 2020

El presupuesto con que la candidatura japonesa ganó la elección para organizar los Juegos se ha cerrado en casi un 40 por ciento menos

MadridActualizado a
La campeona olímpica de lucha (58 kilos), invitada de honor en el cierre de la bolsa nipona de 2016.
KIMIMASA MAYAMAEFE

En poco más de tres años Tokio 2020 ha cambiado tanto la propuesta que presentó en septiembre de 2013 en Buenos Aires ante el COI, que a día de hoy es casi irreconocible. De hecho, el Comité Organizador que preside Yoshiro Mori empieza 2017 con un presupuesto disminuido en casi en un 40 por ciento del inicialmente establecido, con problemas para cumplir sus acuerdos con las federaciones internacionales, con varios organismos criticando los cambios de sede iniciales, y con media docena de ciudades cuestionando su compromiso con la organización de los Juegos.

La gobernadora de Tokio, Yuriko Kake, estima que su ciudad puede pagar un tercio de los 14.000 millones de euros presupuestados definitivamente para la organización, y pretende que el Gobierno y el resto de las ciudades sufraguen el resto, unos nueve mil millones.

Sin embargo, ciudades cercanas a las capital japonesa, como Saitama, Chiba, Kanagawa o Sapporo, por ejemplo, ya se han desmarcado de esa posibilidad de compartir los gastos por su ser subsedes olímpicas ya que incluso no se contemplaba en el dossier cuando la capital japonesa se impuso a Madrid y a Estambul como sede de los Juegos Olímpicos de 2020.
Ahora se destaca en Japón la pobre experiencia de Nagano con los Juegos Olímpicos de Invierno en 1998, y en la situación económica del país no se quiere apostar por unas infraestructuras megalómanas. De hecho, el Estadio Olímpico también se ha variado para rebajar en un treinta por ciento su costo, por encima de los mil millones de euros, y que estaba previsto inaugurar en 2019 durante la Copa del Mundo de rugby. Ya no será posible.

También se han descartado nuevas construcciones deportivas, para aprovechar y remozar instalaciones ya existentes en los alrededores de Tokio y ajustarse a la política de austeridad avalada en los últimos meses por el propio Comité Olímpico, pero, en cualquier caso muy diferente a la puesta en escena de la candidatura que Tokio llevó en la Asamblea del COI y que le valió su elección.