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REAL MADRID

Diez cosas con las que los madridistas alucinaron en Japón

La cultura nipona es muy diferente de la europea. Estas son algunas de las costumbres del día a día que sorprenden a los que visitan el país del sol naciente.

Yokohama
Diez costumbres en Japón con las que alucinaron los jugadores del Real Madrid.

1.Superstición

Pronto se darían cuenta de lo supersticiosos que son los japoneses. Lo hicieron la primera vez que subieron al ascensor de la imponente torre de Landmarkt donde tienen su hotel. Cuando subían a sus habitaciones, el elevador pasó directamente del número 12 al 14. No hay planta 13 en ningún edificio.

2. Ir al servicio.

Más de uno se llevaría una sorpresa al acudir al servicio por primera vez. No es sólo que los wáteres tienen un aspecto ultramoderno, con casi diez botones que hacen diferentes funciones de limpieza corporal. El primer susto, realmente, viene al sentarse en la taza. La tapa está caliente, casi ardiendo... Una costumbre nipona que resulta confortable.

3. Los cuervos.

De buena mañana, cuando despertaron el primer día, comprobaron con sorpresa que en Yokohama, como en la mayoría de las urbes, es extraño ver palomas salvo en los parques. En Europa las ciudades están atestadas de ellas. En Japón, lo que planean por el aire de las ciudades son los cuervos. Sus graznidos matinales son muy característicos del paisaje.

4. No hay papeleras.

Resulta sorprendente, también, que en las calles de Japón no hay papeleras. Y sin embargo las aceras y las calzadas están extremadamente limpias. Ni siquiera hay colillas en el suelo, entre otras cosas, porque no se puede fumar en ellas. Sin embargo en casi todos los restaurantes hay zona de fumadores. El caso es que más de uno se vería obligado a meterse los envoltorios del chicle en el bolsillo para no dar el cante.

5. Empujadores.

Se lo habrán contado, no creemos que lo hayan vivido en sus carnes porque la plantilla viaja cómodamente en autobús de un lugar a otro mientras su estancia en Japón. Pero en el país existe la figura del 'empujador', un señor que trabaja en el metro y en la red de trenes de corta distancia que se dedica a apretujar a la gente para que entre el máximo número de personas en los vagones en horas punta.

6. Las mascarillas.

Sorprende al vivir la ciudad la cantidad de gente que va con mascarillas antipolución. No es que la haya, pero el japonés es extremadamente escrupuloso y temeroso de los virus. Las mascarillas surgen como las setas en invierno. Es un método contra la gripe. También hay geles de alcohol limpiador en todos los restaurantes, en los baños públicos y en las entradas de todos los hoteles.

7. No hay atascos... o pocos.

En Tokio viven 37 millones de personas. En Yolohama, la segunda ciudad más grande del país, tres millones y medio. Están a poca distancia. Es raro ver atascos monumentales como los que se pueden observar en grandes urbes como Sao Paulo o Ciudad de México. El motivo: el gobierno incentiva el transporte público con descuentos y carga de impuestos tener un coche. Hay que pasar la ITV todos los años, las tasas locales están por las nubes y es obligatorio tener una plaza de garaje en propiedad para poder comprar uno. No hay donde dejar los automóviles salvo en los párkings.

8. Tratan el dinero con tacto.

No habrán visto durante su estancia en Japón un billete en mal estado. Las carteras de bolsillo que llevan son bastante grandes para que no haya que doblarlos. Están impolutos, y las cajeras de los supermercados o los dependientes de los bares o gasolineras los tratan con extremo cuidado. Los sostienen con ambas manos al darte la vuelta.

9. La Seguridad.

Japón es otro mundo. Cuesta ver a policías por la calle y puedes dejar la mochila o cualquier pertenencia en el maletero de los vagones del tren sin preocupación alguna porque nadie los tocará. Incluso podrías olvidar tu móvil o tu ipad en la mesa de un restaurante e irte que, si vuelves a los 15 minutos a por él. Aún estará allí.

10. Los taxis.

Son un servicio de lujo a pesar de que no son especialmente caros (para trayectos cortos). Los conductores suelen ser mayores. Muy mayores. Son personas jubiladas en otras profesiones que, por la tradición de trabajar mucho que hay en el país, han querido buscarse una ocupación. Todos van con gorra, con guantes blancos y hay recubre asientos de ganchillo blancos en todos los vehículos que ofrecen este servicio.