Un poco de esperanza para los Jets (y ninguna para los 49ers)
San Francisco pierde un partido que tenía ganado para demostrar, de nuevo, que esta temporada es una completa pérdida de tiempo en la bahía.
Cuando no te queda nada porque en cada apuesta has perdido, la luz al final del túnel en la NFL es, siempre lo será, la promesa de un futuro mejor a lomos de jugadores jóvenes con capacidad para ganar partidos. Esa luz, huelga decirlo, suele ser un tren que te arrolla, pero mientras queda claro el atropello o no, se puede disfrutar de la luminosidad pálida, lejana, de la esperanza.
Se enfrentaban los San Francisco 49ers y los New York Jets. Ambos equipos han tenido una temporada desastrosa y sólo aspiran a acabar con dignidad. Eso los protagonistas. Los aficionados no aspiran más que a soñar un poquito con el 2017 gracias a los jugadores jóvenes de ambas plantillas. Por eso Todd Bowles, entrenador de los Jets, salió a jugar con Bryce Petty como QB titular y por eso, en la victoria por 23 a 17 sobre los 49ers, la única pizca de ilusión de un depresivo en forma de partido se la quedaron los de Nueva York.
Necesitaron la prórroga. La prórroga y una remontada que se extendió en el tiempo tres cuartos. Que se dice pronto. Pero así son las cosas con los equipos malos: lentas, tortuosas.
Empezando por el principio, los 49ers se aprovecharon del inicio catastrófico de un nervioso Petty. En la primer arreón ya le cazaron una intercepción en su propia red zone que Carlos Hyde convirtió en siete puntos. El propio corredor haría un big play espectacular en el siguiente drive y, hala, 14-0. Hyde, sin duda el agarre evidente de San Francisco ante el naufragio global, se fue a las 193 yardas en todo el partido en tan sólo 17 carreras. El tipo es especial.
Ahí murió el ataque de los mineros. Era el primer cuarto, ojo. Y ahí murió. Sí, sí. A pesar de que anotaron un field goal más, y que fallaron otros dos, las carencias de los de Chip Kelly se evidenciaron una vez más en su absoluta crudeza. Kaepernick acabó con unas misérrimas 133 yardas.
El miguita a miguita de los Jets comenzó a hacer efecto. Con un juego de carrera efectivo y un más que potable Petty se fueron arrimando en el campo y en el marcador. Antes de comenzar a sumar puntos lo que hicieron fue comerse el reloj. Más de diez minutos sacaron en posesión a sus rivales, casi todos ellos acumulados en la segunda mitad.
A pesar de no jugarse nada más que la victoria, que no es poco, también lo digo, el encuentro dejó un gran reguero de bajas: Torrey Smith, Matt Forte, McDonald, Gilchrist, Bostick... y por eso fue Powell, corriendo para los Jets, quien anotó el touchdown de su equipo. 145 sumó el corredor suplente en una magnífica tarde de football. Decidle a él, y a sus futuras negociaciones, que aquí no se jugaba nada.
El caso es que se llegó a la prórroga con las mismas constantes vitales. Los 49ers a trompicones y apostando por algún cuarto down absurdo; los Jets corriendo bien, dominando el reloj y evitando a la gran pesadilla de la OL y de Petty, un DeForest Buckner que, ojo, también es una luz en el futuro de San Francisco.
Sólo con esas normas básicas (evitar a Buckner, correr, dejar a Petty downs accesibles por aire) se plantaron en la end zone en la prórroga y se llevaron un partido que, vale, no significa mucho pero da alegría, permite soñar con que Bryce Petty tiene futuro y legitima a Todd Bowles un poquito... sea o no verdad. Enfrente, claro, lo contrario: depresión y seguridad de que lo que viene es un tren de mercancías con idea de destrozarlo todo. Como para que no tenga importancia lo que pasa en este partido de desarrapados.