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El fútbol vive en Messi

Sólo una vez en el partido se le vio hablar; fue cuando le advirtió el árbitro por una falta que (él pensó que) no había cometido. De resto, se la pasó jugando como aquel muchacho que su paisano Fontanarrosa retrató perseguido por la pelota. En ese segundo gol de su cuenta se acompañó de la pelota, como si le perteneciera al pie caliente (como lo llama Don Luis Suárez, nuestro Balón de Oro) y con ella asida como de un hilo invisible marcó uno de los goles más bellos de LaLiga. El partido de Messi (hay un partido del Barça y hay un partido de Messi) fue de una meticulosa perfección: sólo consistió de fútbol. Parece el fútbol de un pensador. Es, y perdonen la exageración que hasta el maestro Roncero me comprenderá, el fútbol de un poeta, la intuición lo alienta. Está donde se le ocurre y hace que los demás se muevan creyendo que él no puede fallar en esa intuición. Algunas veces se dijo que Messi piensa antes de correr; piensa mientras corre. Quien pensaba antes era Xavi. Ahora hace de Xavi y de sí mismo, sucesivamente. Ayer hizo de sí mismo.

El está en el fútbol, no pertenece a otro planeta. Y por eso ni mira a los lados: al árbitro, a la afición, a la queja. El fútbol es tiempo más ganas. Se dirige a lo alto para celebrarlo con la abuela, que le ayudó a compartir ese regalo de jugar. Lo demás es paisaje: el fútbol vive en Messi como en los niños conviven la risa y el llanto.