Lección del Alavés ante un Villarreal agotado y en crisis
Ibai y Camarasa ejecutan el repaso de Pellegrino a Escribá y confirman el poderío del Glorioso a domicilio. Jonathan Dos Santos ingresó al minuto 76.
El Alavés confirmó en la matinal del domingo su poderío fuera de casa. Quien dude de Pellegrino está perdiendo el tiempo. Tras empatar en el Calderón y ganar en el Camp Nou, fue un poco más allá esta vez en su visita a El Madrigal: ganó al cuarto clasificado regalando una exhibición de fútbol en el primer tiempo y dando una lección de inteligencia en el segundo. Los goles de Ibai y Camarasa en el arranque tumbaron a un Villarreal en crisis, al que la política de las rotaciones ya no le funciona porque sólo tiene un once bueno, al que ya no le tapa su solidez atrás y al que se le acumulan los malos resultados: cuatro derrotas en los últimos seis partidos; tres de ellas ante equipos vascos (Eibar, Athletic y Alavés).
El primer tiempo del Alavés rozó la perfección. Pantic y Feddal se comieron a Pato y Sansone. Llorente dio un recital de distribución y robo junto a Camarasa. Y tanto los volantes, Ibai y Edgar, como Deyverson, amargaron la existencia a la defensa del Villarreal, lenta, errática y descoordinada. Escribá, quizás por el hecho de haber jugado el jueves en Europa, no debió hacer los deberes habituales de análisis y Pellegrino le dio un repaso en la pizarra. Tanto en la disposición del once como a la hora de exprimir la estrategia. El 0-1 llegó en el 8’ tras un estudiado saque de banda que acabó con un cabezazo de Deyverson al poste y un remate de pillo de Ibai. El segundo pudo llegar tras una falta sacada en corto que la gran zurda de Theo estrelló en el palo (13’). El Alavés siempre pareció mucho mejor trabajado.
La batalla del centro del campo inclinaba la balanza hasta ese momento. Mientras Bruno y Trigueros llegaban tarde a todos sitios, castigados por los paseos de Pato y Soriano en el trabajo de recuperación, el Alavés, con cinco hombres entregados a la causa, mandaron con balón e hicieron mucho daño con su presión. Así, en un balón llovido que Musacchio no acertó a despejar ni a ceder debidamente a Asenjo en el 17’, Camarasa encontró premio a su fe e insistencia. Robó el balón dentro del área al central y batió al portero internacional en su salida. El Madrigal, enfadado, comenzó a pitar. El Villarreal no paraba de caminar mientras el Alavés volaba.
El Villarreal reaccionó tras el descanso. Por obligación y no por convicción. Cheryshev metió algo más de nervio y, a falta de buena elaboración, el equipo amarillo encontró el peligro a balón parado. Castillejo y Pato hicieron lucirse a Pacheco. El Alavés decidió echarse unos metros atrás. No por temor, sino para explotar la amenazante contra. Pellegrino supo desesperar al Villarreal, que salvo una internada de Mario y las faltas forzadas en la frontal del área, sólo tiró a puerta desesperado desde el más allá. Más con la idea de finalizar las jugadas y no propiciar las contras que como atajo para intentar la proeza. La sensación final fue que si se hubiera concedido tres horas más de alargue, el Villarreal acabaría sacando bandera blanca tras pegarse contra un muro para que Alavés, firme y confiado, ondeara la suya.