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AFC Norte desde dentro

Los Bengals no ganaron. Su afición sí

El último partido de las “International Series” dejó un sabor agridulce por el empate final, pero selló un recuerdo imborrable en los fanáticos europeos.

Los Bengals no ganaron. Su afición sí

Hoy no voy a hablar de táctica ni estrategia. Ni managers, entrenadores o jugadores. Hoy voy hablar de vosotros, los fieles aficionados. Hoy voy a hablar de mí. Como Steelers y Ravens tenían bye, y Cleveland volvió a ser Cleveland, espero que me permitáis el capricho. La ocasión lo merecía. Los Bengals venían por primera vez a Europa, y no podía dejar pasar la experiencia.

“¿Por qué eres de los Bengals?”. Ésta era la pregunta más común que nos hacían nuestros colegas estadounidenses al presentarnos. Para los nativos de Cincinnati, es algo natural; pero les intrigaba el origen de nuestra afición. Después de 28 años, y dos artículos sobre el tema en esta web aún sigo sin conocer del todo la respuesta. Cada uno tiene su propia historia. Algunas evidentes y similares, otras más diversas y rebuscadas; pero como dije, dentro de cada cual hay latente un seguidor de un equipo en espera del hecho puntual que lo haga manifestarse.

Esta pregunta es igualmente válida cambiando el nombre del equipo. Resulta complicado entender la razón por la que nos atrae tanto un deporte tan alejado de nuestra cultura, casi imposible de seguir de no existir internet, y cuyos partidos se juegan en horarios altamente intempestivos. Y no sólo eso, sino que cuando el calendario nos permite acercarnos a verles, hacemos lo imposible por conseguirlo. Nos dejamos un dineral que nos costará terminar el mes a pan y agua. Otros sacrifican horas de sueño, como Alberto, que cerró su bar a las 4:30 de la madrugada para ir directo a tomar un vuelo y llegar a tiempo al estadio. Muchos arrastran en su locura a parejas y amigos, aficionados al football o no, sin otro motivo que el amor incondicional o una sincera amistad. Sólo le encuentro una explicación: la pasión. Ese sentimiento que embriaga entusiasmados junto al equipo de sus amores tanto a canosos veteranos como a noveles recién llegados, inconscientes de lo que les espera con su elección.

Responsables padres de familia fotografiándose junto a la mascota “Who Dey”, emocionados como estarían sus hijos haciendo lo propio con Piolín o la princesa Elsa en Disneyland. O Nane, la fiera linebacker de Terrassa Reds y la selección nacional, decidida y valiente placando corredoras rivales, pero a quien le tiembla el pulso al grabar con el móvil la arenga de Dalton en el Fan Rally. Quién soy yo para hablar, si a mis 47 primaveras, me quedo sin palabras, nervioso cual adolescente carpetera, al estrechar la manaza de mi ídolo Anthony Muñoz. La vida no siempre te permite disfrutar estos momentos de ensueño, que justifican los sacrificios citados.

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Dicen que los partidos de Londres no es football auténtico. Ni falta que hace. Su objetivo, más allá del económico que persigue el circo de la NFL, es la comunión entre aficiones. Y vaya si lo consigue. Al calor de las cervezas en un pub, cincinnatianos desinhibidos y eufóricos europeos, forjan indestructibles lazos de amistad, al menos mientras dura la noche. La parroquia hispana, permite poner cara a quienes han mantenido durante años una relación meramente epistolar.

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Por fin, el plato fuerte, el partido. El engranaje mercantil de la NFL a pleno rendimiento. Un espectacular tailgate con actuaciones, atracciones, puestos de comida falsamente denominada rápida por las interminables colas, y tiendas NFL con el prodigioso efecto de vencer mi natural alergia a las compras, en las que dejé una cantidad que mejor mi mujer nunca llegue a saber. Y por encima de todo, la cordialidad entre aficiones. Únicamente en nuestro deporte es posible la convivencia, no sólo pacífica sino cómplice, entre seguidores de equipos rivales, un hecho del que debemos sentirnos orgullosos. Pullas y abucheos son respondidos con una sonrisa y, como mucho, una réplica ocurrente. El evento es una fiesta, como deberían ser este tipo de espectáculos, y así lo trasmiten los aficionados ataviados con los más estrambóticos disfraces.

En lo deportivo, el encuentro dio más vueltas que el London Eye. Más allá de kickers fallones, ataques timoratos y defensas complacientes, si pretendían que los seguidores atigrados tuviésemos una auténtica “Bengals experience”, lo consiguieron plenamente. Un absoluto compendio de lo que es nuestro equipo, por si durante este tiempo no habíamos prestado suficiente atención. Arranque decepcionante, recuperación ilusionante, y cuando parecía que ya estaba, falta de disciplina que nos lleva a una ración extra de agonía. Nuestro equipo nos lleva al límite de la desesperación, pero cuando encaramos la tragedia que siempre nos acompaña y parece que por fin se produce el milagro fruto de algún ser superior que se apiada de nosotros, entendemos sólo es para dar otra vuelta de tuerca a nuestro sufrimiento con el fumble de Dalton. Este es nuestro equipo. Para lo bueno y lo malo. La salud o la enfermedad. Cualquier otro seguidor habría renunciado hace tiempo, pero nosotros… somos de los Bengals.