Messi pone el lazo a la goleada
El argentino marcó en el tercer balón que tocó. Antes, Rafinha, con un doblete, y Luis Suárez habían acabado con un manso Deportivo.
El gato escaldado del agua tibia huye y ante el Deportivo, el Barcelona tenía muchos motivos para recelar. El equipo gallego se había llevado un punto en sus dos últimas visitas al Camp Nou, la alineación del conjunto blaugrana era un rompecabezas entre bajas y rotaciones y estaba fresco el recuerdo de la última vez en la que se retomó la competición doméstica cuando el Alavés dio la campanada en el estadio culé. Ante tanta alarma, el Barça se puso serio y no dio opción a un Deportivo muy blandito que nunca tuvo opción.
El partido tuvo dos partes más allá de las que marca el reglamento. Una fue la que se jugó sin Messi, en la que el Barcelona fue un equipo concentrado, serio, intenso y efectivo que liquidó de entrada cualquier atisbo de sorpresa. La otra parte ya fue con Leo en el terreno de juego. Tras tres semanas de baja, el crack argentino tardó tres minutos en marcar un gol y en contagiar a sus compañeros de una alegría que les faltaba hasta entonces. Hasta la entrada de Messi el Barça fue más burocrático que artista, con el argentino en el campo, la cosa cambió a mejor ayudada también por la expulsión de Laure, que vio la tarjeta roja por darle un codazo a Neymar. Se puede decir que Messi le puso un lazo a la actuación barcelonista, que sin él en el césped hubiera sido un día más en la oficina. Con él en el campo, sin embargo, todo es más luminoso.
La primera gran incógnita del partido quedó resuelta seis horas antes de que empezara el partido: Luis Enrique dejaba fuera de la lista de convocados a Aleix Vidal dejando claro, por si aún no lo estaba, que el lateral catalán tiene menos futuro en el Barça que un malvado en una película de James Bond.
Sin lateral derecho, Luis Enrique se inventó una defensa de tres con Mascherano, Piqué y Mathieu, dejando las bandas largas para Arda y Digne, mientras que Busquets y Rakitic se estructuraban en paralelo.
Esa disposición junto a la timidez del Deportivo (nada que ver con el planteamiento de la temporada pasada de Víctor Sánchez) le dio el control absoluto del partido a un Barcelona que en esta ocasión no sufrió desconexiones como la de la última jornada liguera en Balaídos. Los de Luis Enrique recuperaban la pelota con solvencia, pero por contra se atascaban en la construcción. Sin Messi ni Iniesta, el equipo era muy planito, pero se sobraba para dominar el partido. La cuestión estaba en ver cuando se abría la lata. Y sorprendentemente, el encargado de inaugurar el marcador fue Rafinha, que de puntillas esta justificando con goles la fe ciega que Luis Enrique ha depositado en él.
Marcó el primero el brasileño tras recuperar él mismo una pelota que había perdido el segundo al rematar un rechace de Lux a cabezazo de Piqué, que sigue estando de dulce. Con el 2-0, al Deportivo sólo le quedaba la esperanza de la estadística de los últimos años, pero Suárez con un tercer gol al filo del descanso frustró toda esperanza.
El segundo tiempo se presentaba ideal para dar descansos (Suárez y Busquets) y para que Messi iluminara el partido. El argentino regresó al juego mejor de lo que se fue con unos primeros diez minutos de escándalo en los que marcó un gol nada más ingresar en el campo dejando el único misterio del encuentro en ver como Alcácer se estrellaba en su intento de marcar.