COI: la mejor de las decisiones

La decisión del Comité Olímpico Internacional (COI) ha complacido al acusado y disgustado a los denunciantes. Diríase que se ha perdido la batalla. Mas no parece así. Si el COI hubiera expulsado a Rusia de los Juegos de Río, tal y como pedían la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y las de varios países, entre ellos Estados Unidos y España, las consecuencias hubieran sido imprevisibles. Los Juegos quedarían seriamente tocados, se abriría un nuevo periodo de boicoteos y Rusia tendría motivos para sentirse ofendida, al negarse la presunción de inocencia a la totalidad de sus deportistas. Pero también había motivos para ello, pues cuando la trama de dopaje es urdida desde el propio gobierno, la totalidad de su deporte se ve afectada.

Sería responsabilidad del gobierno ruso las medidas que se hubiesen adoptado en contra de su deporte. Mas el COI ha evitado abrir una fractura en el movimiento olímpico. La decisión, más política que deportiva, quizá estuviera tomada de antemano, y consensuada con determinadas partes. Es difícil creer que un fallo de tal envergadura lo adopten dieciséis personas por videoconferencia. Todos los organismos han acabado por salir ganando. La AMA, aunque no haya prosperado su petición, sale reforzada; Rusia, que hace propósito de enmienda; el COI, como poli bueno; la IAAF, con Coe a la cabeza, por garante de un atletismo más limpio; las Federaciones, por la autonomía concedida. ¿Perdedores? Los atletas rusos. No tan cabezas de turco como pudieran parecer.