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El Diario de la Copa América

Día 15 – El fútbol como intruso

San José es una ciudad con trazos ‘vintage’: cines clásicos, letreros de neón en letra cursiva, R&B por sus calles. Eso sí, ningún vestigio de cultura futbolera.

San JoséActualizado a
Día 15 – El fútbol como intruso

La encomienda era cazar a los aficionados, mexicanos y chilenos, que circularan las calles de San José. Palpar el ambiente; medir el voltaje. Ocurrió que solo tres chilenos se asomaron a la ciudad y que el contingente mexicano se arremolinaba a las puertas del hotel de concentración del Tri. Fuera de ese cuadrante, la ciudad se reencuentra a sí misma. Los cines de nombre apoltronado en un letrero vertical de colores y focos apagados, el olor a salsa BBQ, el R&B que resuena por las bocinas de los cafés. Caminar por Downtown San José es un viaje, poco creíble, difuso, a la década de los 50. Los edificios que, estoicos, han soportado el paso del tiempo; como si fuese cortados de otra época y pegados hoy día. Espléndido. ¿Y dónde quedó el fútbol?

Pululaban más las niñas bailarinas, ataviadas con su vestido del recital, que aficionados chilenos. Si pudiéramos escoger a una persona aleatoria, sin la mínima idea sobre fútbol, y la insertáramos en San José, ni siquiera notaría que ahí se realizaría un partido que tendrá una audiencia mundial estimada de 50 millones de personas, al menos. “¿En serio?”, diría. “No parece”. Y razón no le faltaría. San Diego tiene alma de blues y del meloso, bohemio y cutre Estados Unidos de la posguerra, pero no de fútbol. Serán las estrictas normas sociales en un país, de por sí, poco acostumbrado a la movilización social. Algún miedo tácito a quebrantar alguna ley. O, simplemente, confirma la teoría de que la ‘América blanca’ no deja de ver al ‘soccer’ con curiosidad, y no con pasión. El fútbol es un intruso en sus ciudades. Se recluye, se apretuja, y deja que las ciudades campen a sus anchas. En Francia, los cascos históricos están colapsados por la afluencia de los hinchas. Borbota la cerveza, resuenan los cánticos, iluminan las bengalas (y llueven los golpes, habrá que decir). La Copa América es la competición que mejor acoge la mítica pasión del latinoamericano. Pero no. No en Estados Unidos. Aquí el clamor barrial de las aficiones es suplantado por el orden, casi marcial, con el que están trazados los pasos peatonales. A cerveza, refresco. A bengalas, bolsas de plástico. A cánticos marinos con letras adaptadas al fútbol, indicaciones policíacas.

Nuestro personaje pensaría primero en un campeonato mundial de danza infantil que en una Copa América Centenario.