El Diario de la Copa América Centenario
Día 1 – Instrucciones para sobrevivir en Phoenix
Nuestro enviado a la Copa América Centenario te relata de una manera diferente la relación de su viaje con el deporte...y no sólo el fútbol.
(I)
No en vano le llaman ‘Valley of the Sun’. Sin embargo, un nombre más apropiado sería ‘The Hell’. Phoenix es el freeway arenoso, el pavimento sulfúrico, los cactus que miran a la carretera, el sol eterno, las llamas que nos abrazan. Imagino que, de haberse asentado en estas latitudes, la Santa Inquisición habría incluido en su catálogo de torturas caminar 10 minutos bajo el sol en ‘su valle’. Y con cámaras y tripoides, de ser posible.
Sortear el sol equivale a ganar una pequeña Copa América personal. A cada paso recuerdo las recomendaciones que todo habitante de la ciudad se ha dedicado a brindar: agua, agua, agua y agua. El ‘fenixiense’ es un maestro en las artes disuasorias del calor: la piel embadurnada de bloqueador solar, las impecables uñas de los pies (las sandalias abiertas son imperativas), la botella de agua en una mano. Caminan entre el infierno con la parsimonia de un yakuto en el invierno siberiano; inmunes, sin dejarse someter por el bochorno que, al forastero, le obliga a agachar la cabeza. Ese bochorno abrazador, pegadizo, que apretuja la piel.
No en vano le llaman Phoenix. Con razón el ave milenaria renacía de sus cenizas; aquí, en este desierto, seguro se quemaba a cada rato.
(II)
En Phoenix, valga la ironía, floreció el símil de la Naranja Mécanica en la NBA: los Suns de Mike D’Antoni. Steve Nash, Amar’e Stoudemire, Shawn Marion. Baloncesto gourmet, incontenible, demencial. No olvidemos, por supuesto, el brazo de seda de Randy Johnson. Y, menos, las danzas de Barkley sobre el parqué. Phoenix tiene fama de dura e ingobernable (tu culpa, Ray Liotta) pero sus habitantes tienen el paladar bien aleccionado cuando el deporte suplanta al calor como tema de conversación. Por ello, Phoenix ha de someter al fútbol al escrutinio. Estados Unidos – Colombia (DEA, Pablo Escobar, Andrés Escobar, Miami, Medellín, Cali, Pastrana, los visados). Ah, tanta historia. Sin embargo, he de lamentar que el fútbol no superó la prueba de degustación. La Stanley Cup se robó la noche. Creo que solo yo (y mi pinta de Samuel Adams) advertimos que el hombro de James Rodríguez podría haberse partido como los corazones de Phoenix cuando el D’Antoni-Team no alcanzó las finales. Hay prioridades, aún.