¿Bravo o bravucón?
¡Qué bravo se le ve a Omar Bravo! Me gusta su dinámica, me encanta la pasión con la que juega casi cada partido, pero si no se le viera tan enojado, tan presionado y tan pero tan frustrado, seguro le iría mejor y ya llevaría al menos un tanto en los nueve partidos en los que ha sido titular en este Clausura.
¿Será que en cada juego un árbitro lo "acuchilló" y no tuvo “los tamaños” (así se refirió el domingo del trabajo de Fernando Guerrero) para dirigir? ¿Es la afición la culpable por pitarlo después de tantos partidos sin anotar, aun cuando es un “ícono” en el Rebaño? ¿De plano nos tenemos que quedar con eso de que los medios siempre le estamos poniendo piedras a su sagrada institución y somos culpables de su bajo rendimiento? No sé porqué creo que aquí, como en casi todo en la vida, la respuesta exacta está dentro de uno mismo. Omar es el único responsable de su terrible bajón.
Eso sí, Bravo sí es un centro delantero que le dio mucho a las Chivas y que ya es parte de su historia, pero ahora mismo podría ser un maestro para muchos de sus compañeros, pero se ha conformado con ser un pandillero que impide el crecimiento de quien le quiera hacer sombra, que le grita a los árbitros, que se pelea con los rivales (ahora lo acusan de agredir a un directivo americanista, camino a los vestidores) y que, incluso, se burla de sus propios aficionados cuando se atreven a presionarlo y a reclamarle su bajo rendimiento.
Respecto a Chivas, hay que aclararle a Jorge Vergara que no se pierde ganando, en dado caso se gana perdiendo, pero no veo cómo un equipo que tiene una sola victoria en 10 juegos pueda salir tan orgullosa de que casi, casi, casi, lograba su igualada número SIETE en la temporada. ¡Qué poquita aspiración!