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Liga de Quito vs Toluca

Uribe y Cueva conquistan Quito y alivian a los Diablos

Goles de Rodríguez y Uribe le dan a los escarlatas una gran victoria en la altura de Quito. El equipo de Cardozo encabeza el Grupo 6 con siete unidades.

México DFActualizado a
Carlos Gerardo Rodríguez anotó el primer tanto de los Diablos.
Carlos Gerardo Rodríguez anotó el primer tanto de los Diablos.MEXSPORT/ API FOTOMEXSPORT

Fue ante Borghi, y corría el año 2006, cuando los Diablos de Gallego optaron por la autodestrucción. Diez años después, el Toluca, que aún no ha abandonado sus dotes suicidas (acudamos a los anales de la Liga MX), triunfó por lo grande en Quito y trepó a la cima de su grupo en la Copa Libertadores. Victoria medicinal, a decir verdad. O quizá todo ha sido mera fachada. Mero disimulo. Hoy fue mero fútbol, fútbol a borbotones.

Ocurrió que los Diablos no se sintieron forasteros en la Casa Blanca. Mientras Ríos y Bottinelli araban los terruños de Hidalgo y Vega, Talavera sofocaba el fuego de Morales (y el propio, que casi le da por homenajear a Miguel Marín). A decir verdad, la Liga no fue, en principio, más que el fulgor del inicio. El tesón de Bottinelli, futbolista en estado de reposo, rebajó la concentración calórica de los 'Albos'. No era Bottinelli, o quizá sí, sólo el que no conocemos. Suyo fue un disparo que ocasionó que el palo derecho de Domínguez se doblara: recepción, balón saltarín y transformado en viento huracanado. Bien sabrán en Toluca de ello.

Los Diablos, más vivarachos, se encomendaron a la hiperactividad de Cueva y Esquivel, caciques de la parcela izquierda. El cabezazo de Silva, peligroso como una ilusión óptica, confirió a los Diablos la confirmación de una hipótesis: la Liga era muy blanca. Vega, imberbe párvulo sin complejos, mostró ante Canga y Reasco que además de la nigromancia también domina el arte histriónico. El juez compró boleto. Mientras medio Quito apelaba la resolución, Esquivel colgó un cuadro al que Tenorio puso la firma aunque Rodriguez reclame autoría.

Mientras los Diablos planeaban cómo cuidar el tesoro, Hidalgo les pilló y hurtó la mitad del botín. Trazo vertical de Puch, salto en vano de Jordán Silva y Rodríguez y puntilla de Hidalgo en las narices de Talavera. El gol tuvo efecto placebo en los universitarios; los Diablos encontraron inspiración en su pulsión de muerte, como artista maldito. Cueva, en pleno viaje lisérgico, bosquejó los mejores rasgos del Diablo: puntilloso, bribón, petimetre. Mientras la Liga sesteó, el Diablo le atormentó con una fórmula en bucle: latigazo de Cueva hacia la autopista sin peaje que encontró Esquivel en la izquierda.

Domínguez tuvo que prodigarse para que la Casa Blanca resistiera el tiroteo. Negó la caricia teledirigida de Cueva, causó el pasmo de la escopeta de Uribe, abortó un misil de Ortiz y atribuló a Cueva tras un contragolpe de libreto comandado por Esquivel. El embrujo terminó cuando Uribe se merendó a Canga tras una enésima orden de ataque de Cueva y su sutil lisonja libró los escudos de Domínguez; el balón entró disculpándose.

La Liga se desvaneció cuando el Diablo consumó el acto de posesión. Siete puntos de nueve posibles. Quizá su dejadez en México ha sido mero disimulo. Debimos sospecharlo.