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Pumas vs Toluca

Sosa y Palacios edifican un fortín en Ciudad Universitaria

Partido de alternativas definido por la hiperactividad de Sosa y las atajadas de Palacios. El Toluca acarició el empate sobre el final.

México DFActualizado a
Ismael Sosa marcó un doblete ante el Toluca.
Alex CruzEFE

Los Pumas volvieron a casa después de la honrosa derrota ante los Tigres en la última final. Como el general que vuelve al lugar donde libró una batalla que sus tropas perdieron, aunque con honor. Siempre queda el honor, claman los románticos, los paladines de la moral, las formas, la trascendencia. A la tropa auriazul, aún comandada por Vázquez y colmada de sobrevivientes de aquella noche de diciembre, aún le desborda pundonor. Mariscal Sosa, General de la Defensa Palacios, como subalternos de Vázquez. El Toluca, forastero con pólvora pero sin arrojo, sufrió la incursión a Ciudad Universitaria, territorio de Sosa y Palacios. 

El guión era, hasta cierto punto, previsible. Los Diablos de Cardozo aún no encuentran el 'do de pecho' en la caja toráxica y los pupilos de Vázquez están encomendados a volver a erigir un fortín en Ciudad Universitaria, misma táctica del último curso. La manada auriazul parece jugar con celdas solares instaladas en sus espaldas; no en vano es la luz del medio día. Sosa dio rienda suelta a su hiperactividad: erró un remate franco ante Talavera a pase de Martínez en primera oportunidad y disparó a los pies del meta en el reintegro. El Toluca se arremangó y cargó el cartucho: Triverio disparó después de una excelsa maniobra de Esquivel sobre la frontal del área; Palacios aleteó para callar el grito. 

El partido se instaló en un sube y baja. Un debate: argumento de Herrera negado por Talavera y respuesta de Triverio a media vuelta, silenciada por el murmullo de Ciudad Universitaria. Y entonces, la primera sentencia irrefutable: picoteo de Martínez y puntilla de Sosa ante los ojos atolondrados de Galindo y Gamboa. El gol malnació, cabe señalar. Bottinelli cometió el delito de estar demasiado cerca de Verón. Es tiempo de persecución, hemos de señalar. Cualquier improperio, por mínimo que sea, es meritorio de sanción mayúscula. Los árbitros se han investido de policía secreta. 

Los Diablos mejoraron sus prestaciones tras la rehidratación. Cueva, artista en sus ratos libres y gamberro de profesión, hechizó a Alcoba y fusiló a Palacios. Eso sí, un apotegma del fútbol explica que los segundos de máxima debilidad son los inmediatamente posteriores a una conquista. Sun Tzu también lo escribió. Los Pumas recordaron el adagio, aprovecharon el sosiego mexiquense y dispararon a la sonrisa del Diablo: Sosa se desayunó a Rodríguez y Talavera y llegó a la meta caminando con el balón en los pies. Apeados por el imprevisto, los Diablos volvieron al culposo monólogo interior en tanto los Pumas compusieron una sinfonía de autoría colectiva: Sosa-Ludueña-Cortes-Herrera. Con sostenidos, bemoles, silencios y un brutal acorde final. Gol de fantasía. Palacios, con un manotazo made-in-Banks, negó la resurrección del Diablo. El gol de Triverio, porrazo en un caos desatado en el área puma, añadió suspenso sin consumación; la sensación de que algo está por pasar y el vacío que genera la insatisfacción de esa sensación.

La única certeza que quedó fue que los Pumas aún rebosan honor. Y que Ciudad Universitaria es indestructible.