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David Bowie

David Bowie, el hombre de las estrellas

El fallecido intérprete, proclive al histrionismo y la transgresión, marcó la música de la segunda mitad del Siglo XX. Su legado, incluso, permeó al deporte.

México DF
David Bowie murió a los 69 años la madrugada del 11 de enero de 2016.
HARALD MENKAFP

David Robert Jones, nombre de tópico, sabía que sin futuro no nos quedaba nada. También supo que la vanidad, las ínfulas, el mesianismo que encarnaban hombres con menos colorete e ingenio que él, condenaban al mundo a una espiral de fatuidad donde la ilusión es arrancada y los sueños son evaporados. Por ello, el rutinario Jones mutó en Bowie, un hombre que provenía de las estrellas. Un viaje sideral, quizá entre los tiempos, condujo a Bowie a nuestro planeta para proclamar la salvación, la bienaventuranza, el esplendor. Su música, interpretada por él y un séquito de arácnidos marcianos, serían el salvoconducto. Todo era, por supuesto, una puesta en escena de la estulticia, la verborrea, la falsedad con la que se conducían los supuestos ídolos, los mandamases, los hombres 'modélicos'. 

Dentro de Bowie germinó Ziggy Stardust, un alienígena de cabello rojizo, labios salpicados de rimel, la frente tupida con un rayo de polvo bermellón y cobalto, la mirada metálica. Ziggy pregonó que su música emanciparía a la humanidad de su aberrante decadencia, misma en la que él mismo se revolcó. Escucharle era una odisea espacial. Un viaje interestelar hacia un agujero negro para, al final, encontrarnos con nosotros mismos.  

Su refugio en Berlín conllevó una nueva metamorfosis: Ziggy se transfiguró en el Duque Blanco, alentado por sus compinches Iggy Pop y Brian Eno: un "zombie amoral", un delirante "aristócrata loco"; una versión aún más pervertida (y terrenal) del marciano. El hombre drenado de emociones y revolcado en cocaína. El hombre sin sí mismo. Su canto, angustioso, pareciera sumergirnos en un mar de brea. Y volvió a desgarrarse la coraza: Bowie emergió aún más escuálido, descolorido, envuelto en una cazadora de piel, mientras convocó, con renovados bríos, a ser héroes por un día. Del apocalipsis a la esperanza. El hombre de las estrellas llamaba al arrojo, a la trascendencia. Ese era Bowie, el camaleón biónico, ojos bicolores.

Su himno aspiracional, canción luminosa para rebobinar y reproducir en el peor de los tiempos, acompañó el desfile y las victorias de los atletas británicos en Londres 2012. Cascada de oro empujada por la refulgente voz en éxtasis de Bowie: Mo Farah, Jessica Ennis, Chris Hoy; todos, impulsados por sus gruñidos eléctricos: "I / I will be king / And you / You will be queen". Sus gambetas y taconazos en el equipo de fútbol de su escuela, la Burnt Ash Primary School, habrían cuajado magníficamente con 'Heroes' de fondo. 

El hombre de las estrellas ya no espera en el cielo; ya viaja hacia él. David Bowie ya es un héroe, y no solo por un día. 


Bowie integró el equipo de fútbol de su escuela.
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Bowie integró el equipo de fútbol de su escuela.