El América roza la hazaña y los Pumas se arrastran a la final
Las 'Águilas' se quedaron a un gol de la remontada. Los Pumas no se presentaron en CU y sólo encontraron alivio en las expulsiones de Goltz y Sambueza.
Recordé a Luke Skywalker, arrinconado, con los pómulos hinchados, el sudor gélido y la mano cercenada, aferrado a un tubo mientras Darth Vader le extiende la mano, fraternal y victorioso. La diferencia que el vencedor no pudo espetar "yo soy tu padre". Luke se lanzó al vacío para escapar de su destino, si es que hay forma de escapar de él. Su moral dictó que dejarse caer, sin la conciencia de cuándo terminará la caída, es mejor que enfrentar cualquier dilema. Los Pumas coquetearon con su pulsión de muerte. Al final de la caída, se encaramaron sobre una antena mientras los bañaba el sol de mediodía. Todo ha terminado. Mañana será un nuevo día, se dijeron a sí mismos.
Ambriz ordenó el bombardeo y su milicia acató. Benedetto por la derecha, Quintero por el centro, Sambueza por doquier. Los Pumas se entregaron como París ante la ocupación nazi. El segundo mazazo, al 25', también de Quintero, al remachar una gambeta larga sobre Palacios, instauró el terror en C.U. Y cuando Palacios voló para atajar un impacto de Benedetto, media feligresía puma encanó y la otra mitad sufrió una descompensación de glucosa.
La campana del receso no alivió a los Pumas que regresaron al martirio aún aterrados. El América, cada vez más bravío y más cansado, se dejaba el alma mientras a los Pumas se la arrancaban. Y cada ocasión como una cuenta de rosario: Fuentes despejó la granada enviada por Andrade, Quintero remató alto y Benedetto prolongó un balón muerto de Osvaldo Martínez. Y cuando el terror, el verdadero terror había atenazado al puma, los músculos tiesos y el aliento entrecortado, Goltz y Sambueza dispararon a las garras del águila. Expulsiones fulminantes, ambas por faltas sobre Sosa, y de la segunda (un supuesto pisotón) no estamos seguros. Abierto el boquete, más grande el de la capa de ozono, Cortés empujó un gol tan inútil como medicinal. El América aún tenía la hazaña al alcance de sus alas. La bomba desde el vértice izquierdo de Andrade inmoló el arco de Palacios y todos los corazones en CU. Pero el partido terminó con el cielo abierto y en la demencia que acarrea la experiencia más traumatizante de todas: ver de cerca a la muerte.