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EUROCOPA 2016

Hungría, gloria en blanco y negro

La Selección Húngara no asistía a una Copa Europea de Naciones desde 1972. Su pasado reciente deshonra a su glorioso pasado lejano.

Hungría dominó el mundo del fútbol en la primera mitad de la década de los 50: ganó un oro olímpico y un subcampeonato mundial.

El 4 de noviembre de 1956, los tanques soviéticos enviados por Nikita Kruschev asolaron a Budapest. El cometido: derrocar al gobierno provisional de Imre Nagy, emanado de la Revolución Húngara, y reinstalar un régimen afín a su ideología. Mientras los soldados de Kruschev marchaban por las calles de Budapest y disparaban contra el Parlamento, el Honved, el equipo del ejército, planeaba el viaje a Bilbao para disputar la segunda ronda eliminatoria de la Copa de Europa. En el vestidor del Honved, campo de entrenamiento del seleccionado nacional húngaro, se jugaba al fútbol, y vaya si lo hacían: Ferenc PuskasJózsef Bozsik, Sándor Kocsis, Zoltán Czibor. 

Temerosos de la situación política en Hungría, los futbolistas del Honved huyeron del país dos días antes de la irrupción del ejército de Kruschev. A pesar de las reticencias de la FIFA, los jugadores iniciaron una gira de partidos amistosos por toda Europa, con el fin de recaudar dinero. La eliminatoria contra el Athletic comenzó en Bilbao (3-3) y terminó en Bruselas (3-2). Apeados de Europa, el Honved inició un periplo sudamericano en el que lograron recabar 70,000 dólares. Continuó la diáspora: varios jugadores volvieron a Hungría, pero no Puskas, ni Czibor, ni Kocsis, quienes encontraron refugio en España, en Madrid y Barcelona. Y jamás volvieron a vestir de magiares, de rojo carmesí y blanco impoluto. Blanco y negro, en pantalla.

La deserción de Puskas y compañía dejó herida a la Selección Húngara, entonces considerada como la mejor del planeta. "Los magiares mágicos", socialismo aplicado al fútbol (todos atacan, todos defienden), equipo torrencial e incontenible, había convulsionado al mundo del fútbol al vencer 3-6 a Inglaterra en Wembley en 1953 ("El partido del siglo", tituló The Times). Y no sólo eso. Se colgaron la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 y arribaron al Mundial de Suiza 1954 con un asombroso invicto de 28 partidos consecutivos. "El Milagro de Berna", como es conocida la final de aquella Copa del Mundo, marcó el fin del idilio; la derrota perfecta, entre la lluvia, la melancolía, el pasmo. La razón del porqué los húngaros, según Juan Villoro, asimilan las derrotas con decoro y no con flagelo. La caída 3-2, pese a la ventaja de 0-2 a los ocho minutos, cambió la historia del fútbol. Quizá el juego de los 'magiares mágicos' era tan celestial que una corona le haría terrenal.

Tras la revolución y la diáspora, el fútbol húngaro comenzó a palidecer. Los vestigios (Hidegkuti, Bozsik) sólo fueron capaces de vencer a México (4-0) y fueron eliminados en la primera ronda del Mundial de Suecia 1958. Pese meritorias actuaciones en Chile 1962 e Inglaterra 1966 (cuartos de final), los Nemzeti Tizenegy jamás volvieron a emprender el vuelo. El ocaso dio paso a 44 años de tiniebla. Su última Eurocopa fue en 1972 (un cuadrangular, de hecho) y la última Copa del Mundo en 1986 (penúltimo lugar del grupo C, detrás de Francia y la Unión Soviética: sólo triunfó frente a los canadienses).Hasta que llegaron  Priskin, Dzsudzsák, Kleinheisler, Nagy... que tienen la oportunidad de convertir las memorias en blanco y negro en imágenes de alta definición.