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Liga MX

La pegada del América liquida al Toluca de Triverio

Partidazo en el Nemesio Diez. Los Diablos remontaron un 2-0 pero Benedetto decretó la victoria. González, que suplantó a Muñoz, detuvo un penal.

México DFActualizado a
La pegada del América liquida al Toluca de Triverio

El padre de Enrique Triverio murió en Argentina en "dudosas circunstancias". El delantero viajó a su país para enterrar a su progenitor y lidiar con el luto. 11 días después de la tragedia, Triverio, espartano, se dejó la piel en el Estadio Nemesio Diez ante el América. Su pundonor tiró del Toluca, más esquizofrénico día con día. Remolcados por tal coraje, arrebato y furia, los Diablos guerrearon pero murieron. La rabia les pudo. Las Águilas de Ambriz no entendieron de lutos ni trances inspiracionales. Derrota cruel; victoria honrosa. Partido catártico.

Cardozo hizo añicos su plan de trabajo cuando la rodilla de Rojas giró más allá de los alcances humanos. Cueva, caótico e incontrolable, al campo. El Toluca metódico que planeó Cardozo se volvió torrencial. 1 de noviembre: debía haber homenaje al 6-0 de hace 12 años exactos. Uribe descargó sobre el marco abierto, pero Paul Aguilar, en acto de magia, apareció sobre la línea de gol y despejó la amenaza. Cuando más cándido surgía el Diablo, Quintero embaucó al turbado Gamboa y fusiló a Talavera. Gamboa equivocó la partitura: hizo una pausa justo donde el pentagrama demandaba un acorde estruendoso: sacar la pelota del área. Quintero, un remiendo de sí mismo, encontró sosiego en el infierno toluqueño. 

El Toluca no desistió. Uribe, incrustado en el área chica, cabeceó incómodo y desviado, Cueva probó la suerte de Muñoz y Triverio se batía en duelo a muerte con Aguilar y Goltz. Los azulcremas, puntillosos y eléctricos, percutían los prados laterales: los que dejaban desguarnecidos Rodríguez y el boquete abierto por la baja de Rojas. Samudio tiroteó a los guantes de Talavera poco antes de que Osvaldo Martínez, taco y tiza, anunciara que su impacto anidaría en la buchaca derecha. Frente a él, los mares se abrieron. Moisés (el bíblico) envidiaría las dotes de Gamboa y Jordan Silva para abrir espacio entre lo impasable. Moisés (el americanista) agradecía haber salido con vida del paredón. Y Talavera sudó frío cuando Paul Aguilar, disfrazado del mejor Cafú, sopló una caricia con efecto enviada por Sambueza desde el vértice. El tercer gol se sublimó en suspiro. 

De vuelta al campo, fue el América quien cargó con la pólvora y las escopetas. Sambueza y Andrade enviaron misiles de destrucción masiva que se estrellaron en la valla que separa el campo de la tribuna. Cuando la morriña se apropiaba del Toluca, apareció Triverio, corazón roto y alma inacabable. Primero, danzó sobre Aguilar y Goltz y disparó furioso entre las piernas de Muñoz. Gol testicular. Luego, pescó un cabezazo-centro de Lobos y pulverizó a González, sustituto del lesionado Muñoz. El partido transitó hacia la demencia: Benedetto clavó un cuchillo en el corazón del Diablo, táctica anti-terror, tras el pase retrasado del omnipresente Paul Aguilar y García Orozco sancionó el abrazo ilegal del susodicho a Triverio. González atajó el lanzamiento de Uribe con un vuelo que reverenciarían Iker Casillas y Superman. La parada conjuró los espectros del 1 de noviembre de 2003.

Tras la locura, quedó el sosiego. Las Águilas ya vuelan rumbo a la liguilla, una vez más, y el Toluca entró en melancolía en el instante menos adecuado. Tres derrotas en fila para los Diablos, que han revivido a sus demonios. Y la aflicción de que ni el titánico coraje de Triverio pudo curarles.