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LIGA MX

Sosa consuela a los Pumas y los lleva a la cima del torneo

Los Pumas encontraron alivio tras la derrota ante Cruz Azul; apearon a los Tigres con gol de Sosa y volvieron al liderato absoluto. Quinto partido sin encajar gol en casa.

Actualizado a
Ismael Sosa marcó el gol de los Pumas en la victoria ante los Tigres.
Mexsport

Más fuerte fue el zarpazo del puma, felino poderoso, sigiloso, recluido y atento a la más mínima oportunidad para asestar la mordida final. Los Pumas apearon a los Tigres 1-0 con gol de Ismael Sosa y volvieron a la cúspide del campeonato. Los auriazules están de plácemes: regentes del torneo, invictos (y con portería imbatida) en casa. No importa la lluvia pertinaz ni los nubarrones de acero: el sol siempre emerge en Ciudad Universitaria. 

Partido correoso desde que Jorge Isaac Rojas decretó el inicio. Será por excesivo respeto entre los mandamases, Vázquez y Ferretti, maestro y alumno; será algún temor a la pulsión parricida, o la monotonía de quienes se conocen hasta el hartazgo. O simple y llana desgana. El cotejo fue espeso, soporífero, hasta que un cabezazo de Gignac al 21' espantó a los soñolientos que escurrían saliva. Los Tigres de Ferretti deambulaban por el campo, balón al pie, pase lateral, sangre drenada, andar cansino, con la mirada fija en el césped. Los Pumas, tampoco demasiado prolijos, optaron por añadir una pizca de fuerza al duelo de vencidas en el que ningún brazo lograba conceder ni un milímetro. Britos desbordó a Jiménez y sirvió para Herrera, quien aguardaba en el corazón del área, sólo en el desierto, Lawrence de Arabia atravesando el arenal árabe. Sucedió que Herrera sólo puso el pie, como quien lo hace para causar un tropiezo, sólo por maldad. El balón se elevó, burlón, sobre el travesaño. Hemos tenido que recurrir a las enciclopedias para rememorar una falla de semejantes proporciones. La más cercana: Chernobyl. 

Si el primer tiempo los Tigres carecieron de sangre, en el segundo lo hicieron de alma. Marchitos. Fantasmales. Los auriazules leyeron la oportunidad: el zarpazo sería brutal. Herrera condujo por una pradera entre la defensa regiomontana y sirvió para Ismael Sosa quien cacheteó el cuero a las redes. El alma regresó al cuerpo del felino rayado, ya herido, los bigotes torcidos, las garras rotas y el pelaje ensangrentado. Flashback a la noche triste de Buenos Aires, hará tres meses. Gignac ensayó y Palacios embolsó. Poco más. Los Pumas, muy dorados, resplandecientes, aún dieron dos zarpazos más que no contactaron al tigre: Dante López definió al cuerpo de Nahuel Guzmán en un calco de la jugada del gol, mientras que el ensayo de sombrero de Alcoba murió en las manos del arquero argentino. Guerrón y Sóbis, exiliados del terreno de juego, entraron en cortocircuito y dejaron al Tigre moribundo. Expulsiones fulminantes. Sin dos de sus colmillos, el felino rayado exhaló su último suspiro bajo el inusual sol de septiembre. 

Pumas líder, imbatible. Felino poderoso. Rugido en la cúspide.