Estudio revela el nivel de violencia de México: está igualado con países como Siria o Myanmar
Un reciente informe de ACLED sitúa a México como el cuarto país con mayor violencia a nivel global, solo superado por naciones en conflicto bélico activo.

México se posiciona como el cuarto país más violento del mundo, según el más reciente informe de la organización Datos sobre Ubicación de Conflictos Armados (ACLED, por sus siglas en inglés), solo detrás de Palestina, Myanmar y Siria.
A pesar de no estar en guerra, el país enfrenta niveles alarmantes de violencia que afectan a gran parte de su población, expuesta a ataques armados, violencia política y disturbios similares a los que se viven en zonas de conflicto bélico.
El reporte señala que los focos de violencia en México se concentran principalmente en Ciudad de México, Estado de México, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, Chiapas, Veracruz y Sinaloa.
ACLED también advierte que gobiernos como el de Myanmar, el de la presidenta mexicana y la coalición de Netanyahu en Israel se enfrentan a una crisis de control, lo que ha dado lugar al incremento de grupos violentos y una falta de dominio sobre cómo evolucionan y se resuelven los conflictos.
El informe ubica al crimen organizado como un fenómeno global, destacando que México está inmerso en una “guerra civil de cárteles”, una lucha por el control del narcotráfico y otras actividades ilícitas. Además, menciona otros escenarios de violencia a nivel mundial, desde bombardeos en Medio Oriente hasta conflictos yihadistas en África.
ACLED también subraya que América Latina está experimentando una transformación profunda en las operaciones del crimen organizado. Las estructuras criminales se han vuelto más complejas, adoptando nuevas formas de negocio, expandiendo su territorio de influencia y operando con mayor sigilo. La fragmentación de los cárteles y la diversificación de sus actividades representan un reto mayor para los gobiernos de la región.
La desmovilización de las FARC en Colombia, en 2016, abrió paso a nuevos actores en las zonas cocaleras, mientras que la pandemia de Covid-19 impulsó el tráfico de drogas de bajo costo, facilitando la proliferación de grupos delictivos. Además, mafias internacionales como las italianas y albanesas se han integrado al crimen organizado en la región, enfocándose en aprovechar las cadenas de suministro sin necesidad de controlar territorios.
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Un nuevo rasgo del crimen organizado es el anonimato de sus líderes. A diferencia de figuras públicas como Pablo Escobar, los actuales cabecillas prefieren operar en las sombras, protegidos por redes de contadores, abogados y especialistas financieros. Esta discreción dificulta el trabajo de las autoridades, que enfrentan enemigos cada vez más sofisticados y discretos.
Además, la crisis migratoria ha sido aprovechada por grupos como el Tren de Aragua para expandirse. Expertos coinciden en que los modelos actuales de combate al crimen ya no son efectivos y requieren una revisión urgente para adaptarse a esta nueva realidad delictiva.
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