QUERÉTARO VS CHIVAS | FINAL COPA MX
¡Volpi ataja la maldición!
Un recital del arquero brasileño, insuperable, dio a los Gallos de Querétaro su primer título oficial. Vucetich llega a su 11° campeonato. Querétaro había sufrido la expulsión de Rentería al 70'.
Cuenta la leyenda que en el Estadio Corregidora moraban espíritus malignos; quejosos de que el recinto había perturbado su sueño perpetuo. A su deambular siniestro, nosotros, los terrenales, achacábamos los malos farios que definían la vida de los Gallos Blancos: descensos, desapariciones, tiempos infaustos, grisáceos, funestos. Ya no más. De eso se encargó Tiago Volpi. El arquero brasileño fue Casillas en Johannesburgo, Yashin en París; una providencia, un 'barrilete cósmico'. La leyenda ahora tratará sobre cómo Tiago Volpi podría haber detenido las bombas del Enola Gay. Sus palmas de acero llevaron a Querétaro a su primer título oficial. El primero, de por vida. De siempre. Él y la batuta de Vucetich, a quien deberíamos rebautizar como 'El único e inigualable Rey Midas'.
La fiesta en Querétaro fue perturbada por los misiles de la artillería del Guadalajara, equipo de fácil gatillo y con arsenal suficiente como para volar todos los estadios de México. 'El Gullit' y Calderón accionaron los 'Tomahawk', pero Volpi, 'Gigante de Hierro', puño sobre la cabeza, voló hacia la estratosfera para detenerlos. Entre líneas, Sánchez desgarró sus músculos y Brizuela fue llamado para rellenar el boquete. Vucetich advirtió la descompensación y ordenó percutir la parcela derecha. Frente a los ojos de Fierro y Cardozo se abrió una estepa, jugosa, territorio inhóspito, presto para la conquista. En la primera incursión, Cardozo se excedió de potencia y Sanvezzo no remató la maniobra. Cómo desaprovechar un mano-a-mano, explicado por los delanteros de Querétaro.
Matías Almeyda, arrojado como él mismo, ordenó el despliegue de sus fuerzas; Cisneros hacia la izquierda y Peña, surcando de norte a sur el frente del ataque, casi a palcer. Pero Volpi, siempre Volpi. Brizuela probó la caña del cañón: Volpi. Pereira cabeceaba: Volpi. El nombre del portero brasileño resonó a tal volumen que los espectros que deambulaban en la Corregidora huyeron poco a poco, aunque se asomaron cuando el cortocircuito neuronal de Andrés Rentería, quien agredió a Ponce, puso el partido a punto de ebullición. Lo cierto es que el exilio del colombiano revitalizó a los Gallos y las Chivas acusaron la expulsión como propia. El tesón de Sepúlveda, un ferrocarril sin escalas, motivó el repliegue del Rebaño, que tuvo que pedirle a Rodríguez que sacudiera sus guantes para limpiarse el óxido. Forlín acometió y Alanís, una torre de control, evitó un desastre en el área tapatía. El partido expiró mientras a Zaldívar y Jaime Gómez se les iba la luz y les escurría la sangre.
Penaltis. Misma instancia en la que Gallos y Chivas triunfaron sobre Toluca y América. El destino tiene sus mañas. Y volvió a volar Volpi. Volvi, Volpi. Pereira y Cisneros fueron cegados por el proceso de asunción del guardameta, imperial. Incluso, Volpi se dio tiempo para campanear el travesaño e inflar las redes. Y Pulido, con sus botines de 20 millones de dólares, envió su tiro a la madera. A Chivas le borbota el fútbol, pero no la suerte; no hoy. Y la Corregidora se iluminó. La negrura se difuminó, como un castillo que rompe el maleficio por una promesa de amor eterno mientras las chispas y las centellas lo refulgen. ¡Gallos campeón! Palabras incompatibles, hasta ahora.
Y contaba la leyenda...