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LIGA MX

Los Tigres apelan al arte para humillar a un pobre Querétaro

A base de goles inconmensurables, los Tigres apalearon al Querétaro y escalaron, provisionalmente, a la séptima posición general. Villa logró su octavo tanto.

Actualizado a
Duelas celebra el primer gol del partido ante los Gallos Blancos.
Miguel SierraEFE

Recital enternecedor de los Tigres ante un Querétaro timorato. Tras un primer tiempo primoroso, los pupilos del flamante seleccionador nacional (hablamos de Ferretti, claro), sonrojaron a los Gallos Blancos, que jamás pudieron despertar del hechizo. Dueñas, Pizarro, Gignac (pinturas renacentistas), Sóbis y Guerrón (arte contemporáneo) conformaron una apasionante colección museística patrocinada por los Tigres y Ferretti. 10 puntos y miran de reojo la vanguardia del torneo. Al fin. 

Los Tigres fueron un huracán. Las insinuaciones de Gignac y Torres fueron el preludio de la primera obra de arte del día. Jesús Dueñas acunó el cuero en su pecho en la frontal del área y el tiempo se detuvo; lo reventó con dirección al ángulo superior izquierdo de Volpi. Un misil de destrucción masiva; bellísimo. Flashback: Maxi Rodríguez en Leipzig. La respuesta llegó pronto, cuando Nahuel Guzmán regaló, sin envoltura ni moño, el gol a 'Tito' Villa. El delantero queretano capturó un pase de salida del arquero felino. 'Tito', quien facturó su octavo tanto de la campaña (líder por ahora), agradeció la dádiva. 

El tanto no amainó la fogosidad de los Tigres. Siguió el arte. Pizarro recibió el cuero en las puertas del área grande, pase de muleta para eludir a Corral, conducción pasmosa, acto de ilusionismo ante Volpi y definición sobre la línea de gol. Guido Pizarro, o Andrés Iniesta. A saber. Tan bello que arrancó una sonrisa al 'Tuca' Ferretti. Y eso ya es decir. Siguieron los Tigres en catarsis. Sólo dos minutos después, Javier Aquino cabalgó por la izquierda y envió el balón, de costa a costa, hasta Marsella, donde Gignac se zambulló con la pierna estirada. El balón salió como despedido de un cañón. Imparable. Un brochazo brutal, enfurecido, los cúmulos de pintura sobre el lienzo. Un gol que firmaría Kandinski. El cuarto es el cuadro apestado del museo. Casi una molestia para la crónica. Sólo escribiremos que lo embocó Sóbis tras una melé en el área. Su falta de belleza lo destierra de la reseña.

El segundo tiempo fue caracterizado por la dejación. Los Tigres, empachados de gozo, transitaron en piloto automático. Los Gallos, en cambio, con el electrocardiograma en línea horizontal. Sólo Guerrón detonó el letargo. Primero disparó de bolea un centro salvado por Volpi, y luego remachó, con ademán de bailárin, una gran jugada colectiva, reintegro de un tiro de esquina en la que intercedieron Juninho y Lugo. Los Tigres fueron incombustibles y estéticos. Su arte encandiló al Volcán. Al final.