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Jorge Ruggeiro

Rivero es la clave

Ciudad de México

Después de haber sido testigos de la Supercopa de Liga MX y cuatro fechas del torneo actual, es posible vislumbrar que el cambio en la dirección técnica de Cruz Azul, no sólo es de nombre, sino también, de estilo de juego. Durante los tres torneos que dirigió el peruano Juan Reynoso, el sistema de juego privilegió el orden defensivo, se buscaba mantener la portería imbatida y ser efectivos al momento de atacar. Ahora, bajo el mando de Diego Aguirre, se busca implementar un juego en el que predomina la presión alta y despliega un futbol más ofensivo. La pieza clave para que la transición en los esquemas sea exitosa, será Ignacio Rivero.

Al menos en principio, parecería que el cambio en el parado táctico no es tan profundo. La formación más recurrente en el equipo de Reynoso fue un 4-5-1, seguida como segunda opción de un 4-4-2. Los cuatro partidos de liga dirigidos por Aguirre, también han iniciado con un esquema de 4-5-1. Sin embargo, durante el desarrollo de los encuentros el esquema ha ido evolucionando a un 4-1-4-1 y por momentos, dependiendo del resultado, se convierte en un 2-3-2-2-1.

Es decir, Cata Domínguez y Luis Abraham permanecen como centrales y los laterales (Mayorga y Escobar) se ubican a la par de Erick Lira, como mediocampistas defensivos por las bandas. Por su parte, Romero y Rodríguez, generan el futbol ofensivo por el centro del campo, mientras que Rotondi y Antuna se encargan de proyectar al equipo por los costados, dejando a Giménez como una única punta.

Lo anterior, deriva en un futbol más ofensivo que lo mostrado en la era Reynoso. Entre los cuatro partidos que se han disputado en liga, el equipo se ha combinado para anotar 8 goles. Es decir, un promedio de 2 goles por partido. Lo cual representa un notable incremento respecto a los últimos tres torneos. Reynoso dirigió 51 partidos de temporada regular y sus jugadores anotaron un total de 68 goles. Es decir, 1.33 goles en promedio por partido disputado. Incluso, en el torneo Clausura 2021, en donde consiguieron el campeonato e impusieron récord de 12 victorias consecutivas, en 11 de los 17 partidos de temporada regular anotaron un gol o menos. Dicho de otra forma, solidez defensiva y efectividad al momento de atacar.

Ahora bien, en el planteamiento de Aguirre resulta fundamental el ejercer presión alta en la salida del rival. El sistema implica un mayor desgaste y tiende a generar un gran hueco entre el mediocampo defensivo y el ataque. Adicionalmente, el adelantar a los laterales se traduce en un riesgo en caso de contragolpe o pérdida de la posesión, pues se requiere de contar con dos centrales sumamente rápidos y ni Abraham ni Domínguez se distinguen por dicho atributo. En los cuatro partidos disputados en este torneo, Cruz Azul ha recibido un total de 9 goles. Es decir, 2.25 goles en promedio por partido. Lo anterior contrasta con la filosofía del peruano, que en promedio recibía 0.86 goles por partido.

Es aquí en donde se convierte en crucial la figura de Ignacio Rivero. Desde su llegada a Cruz Azul, el jugador uruguayo se ha distinguido por un gran despliegue físico. El exjugador de Xolos es capaz de asumir el rol de mediocampista defensivo encargado de la recuperación del balón y la destrucción del juego del equipo rival. Pero también, es capaz de sumarse al frente, ejercer presión alta y con velocidad hacer recorridos defensivos. Es decir, puede asumirse como el punto de equilibrio para evitar que la distancia entre línea defensiva y parte ofensiva sea tan grande que termine por “partir” al equipo.

El trabajo de Rivero no será vistoso. Difícilmente se convertirá en el goleador del equipo o realizará jugadas de fantasía. No obstante, podría convertirse en el punto medular que dote de equilibrio al sistema de Diego Aguirre, lo cual no es asunto menor. Su desempeño podría mejorar de manera indirecta al aparato defensivo, sin renunciar al ataque. Si el jugador charrúa está en buen nivel, el equipo celeste podrá aspirar a grandes cosas.