México estará en el Mundial de Basquetbol por segunda vez en casi 50 años. El camino para lograrlo fue por demás tortuoso. Hace tres años, el escenario era casi una utopía.
El cronómetro marca 1:38 minutos para que termine el partido. México vence a Uruguay por nueve puntos de diferencia. 68-78. Paco Cruz suelta la pelota al entrar a la llave, Fabián Jaimes la captura sobre el semicírculo; después, se encierra entre Sebastián Ottonello y Gonzalo Iglesias. La pelota bien prensada en sus manos. Con un pasito, alcanza a divisar una ventanita para sacar la mano izquierda y enviarla de vuelta a Cruz. El sonorese repesca y camina hacia atrás para salir del perímetro. Un bote, sólo eso, un bote para trazar un precipicio entre él y Ottonello. Cruz se levantó, recto, perpendicular sobre el parqué; gatilló con el codo derecho. Un latigazo dibujado con los brazos. La pelota desprendió un arcoíris incluso cuando pegó de lleno en el cristal. La suerte había sonreído a Cruz y a sus compañeros durante gran parte de aquella noche charrúa. Tras quebrar el vidrio, la pelota se revolvió en las redes mientras la bocina chillaba. Un sonido glorioso, el del rasguño mezclado con el chirriar de la bocina. Estaba hecho. 69-81. Una tenue ovación rompía el silencio imperante en el Antel Arena montevideano. El cronómetro marca ahora 1:32, pero el duelo ya había concluido. México está en el Mundial.
Un año y ocho meses antes, México no existía en el basquetbol mundial. La Federación Internacional (FIBA) mantenía una dura e inflexible suspensión sobre la Asociación Deportiva Mexicana de Basquetbol por violaciones estatutarias y sospechas en el procedimiento de elección de la anterior presidenta, Xóchitl Lagarda. Ademeba tardó más de siete meses en recuperar su afiliación ante FIBA después de la dimisión de Lagarda: apuró los siete requisitos para que FIBA devolviera el aval (entre ellos, proveer estados financieros y comprobar el destino de recursos otorgados por Conade y la NBA) y dejó que la Federación interviniera en la conformación de un comité de transición. Justo a tiempo para reactivar a las selecciones nacionales. En los tiempos de la sanción, en ausencia de un cuerpo federativo, la existencia de los ’12 Guerreros’ dependía de los esfuerzos de la LNBP e, incluso, de los propios jugadores. Gustavo Ayón, por ejemplo, tuvo que poner de su bolsa. Las ventanas eliminatorias para la AmeriCup 2022 (en noviembre 2020 y febrero 2021) ejemplificaron la época de penurias.
Una vez recuperado el reconocimiento oficial, uno de los primeros pasos de Ademeba fue instaurar un Proyecto de Selecciones Nacionales, con Omar Quintero a la cabeza. El coach sonorense ya había despuntado con Libertadores de Querétaro en la LNBP y aún tenía fresca la experiencia de 15 años en las duelas. En inicio, Quintero asumió como una suerte de ‘bombero’: la Selección necesitaba un entrenador para la tercera ventana clasificatoria para la AmeriCup, en Puerto Rico. México logró el pase con sólo un punto más que Bahamas, por lo que Quintero recibió una segunda oportunidad: el preolímpico de Croacia. Para ese entonces, Ademeba había dejado la clandestinidad. Los ’12 Guerreros’ se quedaron cortos, pero obraron una histórica victoria frente a Rusia, entonces ocupante del nuevo puesto en el ranking de FIBA. Algo había cambiado.
El camino al Mundial era largo. La primera ventana fue en noviembre de 2021, la cual Quintero agitó con una pequeña revolución: “Estamos apasionados por este nuevo proceso. Estoy muy motivado. Me transmitieron toda esa energía en los primeros entrenamientos. Así como a mí me dieron la oportunidad, no me da miedo dársela a los jóvenes. Este es el momento de hacer el cambio”, explicó al anunciar su primera convocatoria, trufada de veteranía y novatez a partes iguales. Una explosiva mezcla de sangres. Moisés Andriassi, Santiago Ochoa y Gael Bonilla convivían con Gabriel Girón, Israel Gutiérrez y Orlando Méndez, quien dejó el retiro internacional para integrarse a la transición. De aquel róster, nueve jugadores sobrevivieron hasta el final del trayecto. Paul Stoll, Fabián Jaimes, Moi Andriassi, Orlando Méndez, Gabriel Girón, Jorge Camacho, Jonathan Machado, Daniel Amigo e Israel Gutiérrez se hallaron al inicio del camino de ladrillos amarillos en Chihuahua y, casi dos años después, estarán en Filipinas, al final del arcoíris.
No todo fue un plácido paseo. El discurso de la transición generacional recibió críticas por la falta de minutos del talento joven en las primeras tres ventanas eliminatorias: sólo Gael Bonilla jugó más de cinco minutos en aquellos seis partidos (el promedio fue de sólo cuatro, con aportes de unos cuantos segundos de Andriassi, Kelvin Jones y Víctor Valdés). México superó con solvencia la primera ronda, con marca de 4-2, incluida una histórica victoria frente a Estados Unidos (97-88) en Chihuahua, pero palideció un tanto en la recta final, con dos descalabros en sus últimos tres compromisos (visitas de riesgo a EEUU y Puerto Rico). Pero Quintero estaba convencido. “Es muy factible clasificar al Mundial”, vaticinó en julio de 2022 en entrevista con AS.
Otro contratiempo que afrontó Quintero fue el trámite de naturalización de Daniel Amigo y el encaje de Juan Toscano-Anderson. El primero obstaculizaba el segundo. El reglamento de FIBA establece que las selecciones nacionales podrán convocar a un ‘naturalizado’ en sus citaciones oficiales; FIBA define como ‘naturalizados’ a aquellos jugadores nacidos fuera del territorio que aspiran a representar, con ascendencia en él de primera, segunda, o tercera generación, y que tramitaron su pasaporte después de los 16 años. Un gran abanico de estrellas mexicanas ostenta dicha ‘etiqueta’: Luke Martínez, Josh Ibarra, Daniel Amigo, Jaime Jáquez Jr., Juan Toscano-Anderson. Y muchos más. Sólo uno puede jugar con la Selección. La restaurada Adebema procesó el papeleo y las diligencias para que Amigo fuese registrado como ‘mexicano’ y no como ‘naturalizado’ a mediados de 2022. Eso abriría un escenario por demás alentador para Quintero: además de Amigo, podría sumar en sus convocatorias a cualquier ‘mexicoamericano’ de su elección, lo que robustecería a la rotación y, por ende, las aspiraciones del equipo. No obstante, FIBA denegó la petición dos veces.
Ademeba tuvo que improvisar. Juan Toscano se había consagrado como el primer campeón mexicano de la NBA, al ayudar a los Golden State Warriors a conquistar el trofeo Larry O’Brien sobre los Boston Celtics en las Finales de 2022. Quintero quería contar con él, sí o sí; había cultivado una relación cordial y sana con ‘Nito’ a partir de numerosas visitas a sus giras NBA; lo hizo sentir parte de su proyecto regenerativo. Toscano también tenía interés en volver a los ’12 Guerreros’: su última aparición con la Selección Mexicana fue en la segunda ventana de la ronda final clasificatoria para el Mundial FIBA de China 2019. FIBA, empero, no había concedido a Amigo la categoría de ‘mexicano’. Había que tomar una decisión. Carlos Lazo, presidente de Xoy Capital, principal benefactor de la Selección Mexicana durante el proceso, fungió como intermediario. Amigo cedió su cupo a Toscano, quien, de inicio, se comprometió a disputar los dos partidos de la primera ventana de la fase final (vs. Colombia y Brasil).
Nada resultó conforme a lo esperado. Los ’12 Guerreros’, contra todo pronóstico, cayeron en Chihuahua frente a Colombia, pese a gozar de una ventaja de 20 puntos. Con todo y Toscano en la duela. El equipo lució descompensado, ansioso, y carente de argumentos defensivos. Las alertas rojas se activaron. La Selección Mexicana se había puesto la soga al cuello. Un día después de la debacle, Toscano anunció que rompía concentración y no viajaría a Brasil. Quintero restituyó a Amigo como el ‘naturalizado’ y la dinámica (táctica y ánimica) del equipo regresó a su curso. México ahora regresó el batacazo: una imperial victoria 72-82 en Jaraguá do Sul ante Marcelinho Huertas, Augusto Lima y Yago Santos. El ‘accidente’ de Colombia (como el grupo se empeñó en llamarlo) había quedado compensado. El presupuesto de aquella ventana (una victoria y una derrota) se había cumplido, aunque a la inversa. El Mundial estaba de nuevo al alcance, pero algunas cenizas quedaban en el vestuario: Juan Toscano no volvería a la Selección Mexicana.
La inclusión de Toscano en detrimento de Amigo no fue del todo bien aceptada tras camerinos. Más allá del ajuste táctico, que orillaba al entonces jugador de los Lakers a desempeñarse en una posición interna, no eran pocos los que aseguraban que su presencia iba a resultar perjudicial para la armonía del grupo. Su dimisión del Preolímpico de Croacia en 2021 todavía levantaba ámpulas. El exGolden State no terminó por conectar con sus compañeros. Además, el conflicto comercial por vestir una marca contraria a la que marca su contrato NBA (‘Titán’ patrocina la indumentaria de la Selección Mexicana) todavía no encontraba solución. Toscano sólo anotó 9 puntos a Colombia, a los que añadió 5 rebotes y 4 asistencias. La derrota fue como una implosión en el seno del equipo. Después, Juan se fue y no volvió. Había acordado que estaría también en Brasil y completaría la ventana, pero arguyó que tenía que reportar en cuanto antes con los Lakers y que debía cumplir con celeridad un compromiso comercial. En marzo de 2023, Toscano hizo público el secreto a voces: “Me sentí muy feliz por ver a mis amigos cumplir un sueño, pero ya no voy a volver con la selección. Eso fue una parte de mi vida”.
México llegó a la última ventana eliminatoria con una misión clara: ganar en Colombia y Uruguay. Dos visitas susceptibles a la fatalidad. La nueva deserción de Toscano sólo era una anécdota. ‘Los 12 Guerreros’ ocupaban la cuarta plaza del grupo F de FIBA Américas, lo cual significaba que podía optar a un boleto en un careo estadístico con su similar del sector contrario. No obstante, Argentina, que poseía dicho puesto en el grupo E, registraba una marca superior. El cuarto peldaño no era una opción. Sólo valía capturar el tercer puesto. Y la única forma de hacerlo era con un par de victorias en tierra ajena. En Medellín, una tormenta de triples llenó de esperanza a los ’12 Guerreros’; un partido impecable desde la larga distancia (51.2%, con tres jugadores por encima del 60%) con el que los pupilos de Quintero adquirieron una suerte de regalo bomba: la capacidad de que el destino dependiera de sus propias acciones y de nada más. En Montevideo, la Selección corrigió a tiempo el pánico escénico de los primeros minutos. Un insólito parcial de 12-28 hizo que el sueño comenzará a materializarse. Y, de pronto, el cronómetro marcó 1:38 minutos…
“Fue una gran emoción. Cuando entró el triple sentí qua ya estábamos clasificados. Además, era el primero que metía en todo el partido. Me dio mucha emoción, y más con mis compañeros festejándolo conmigo (…) Hubo jugadores que nunca le dijimos que no a la selección. Es un orgullo representar al país y hacerlo a pesar de todas las cosas. Lo hacemos por el amor a jugar, a nuestras familias. Nadie viene a preocuparse por sí mismo. La mentalidad de todos es sacar al equipo adelante. Ha sido un proceso largo y con muchas emociones”, dijo Paco Cruz a AS al reflexionar sobre el camino andado. “Fue un proceso muy largo, dos años y medio para llegar al objetivo. Al principio, todo era limitado, no sabíamos bien qué estaba pasando. Empezó el proceso en Chihuahua. Ganarle a Puerto Rico y a Estados Unidos en casa fue algo maravilloso. Comenzamos a abrir el sueño que estábamos esperando. Es difícil jugar las ventanas, porque en el proceso siempre habrá jugadores lesionados o que no pueden venir por sus equipos porque están en playoffs o disputando campeonatos en esa época. Al final, lo logramos”, recordó Gabriel Girón el trajín.
Girón, quien se quedó a las puertas del avión que lo llevaría al Mundial de España en 2014 (literalmente), reflexionó sobre el partido contra Colombia; la experiencia sirvió para recoger fuerzas y cerrar filas. El hambre por cambiar la historia. “Cuando pierdes un juego que te puede llevar a una clasificación temprana, las críticas, los malos comentarios sobre que ciertos jugadores no deberían estar. Todos podemos cometer errores. Aprendimos de ello. Cuando estás al borde del precipicio es ganar o morir. He estado más de una década con la Selección, pero viví sentimientos que pensé que no tenía. La emoción, la ansiedad, la presión. Todo eso nos impulsó para ganar y lograr el sueño”. Hoy veterano, Girón, uno de los herederos espirituales de los ’12 Guerreros’ originales está ante su primer Mundial. “No haber ido al Mundial de 2014 me hizo un mejor jugador. Me deprimí un poco, me puse triste. Y para no volver a sentir eso, me sacrifiqué, me discipliné. Mejor nutrición, un psicólogo deportivo. Hice cosas que no estoy acostumbrado a hacer. Si no hubiera pasado por ese proceso, no estaría aquí. Esperé 9-10 años por esto”.
Una parte instrumental de la resurrección de la Selección Mexicana de Basquetbol ha sido la inversión privada. Un proceso de sólo dos años de existencia no habría logrado ningún resultado sin el amparo de uno o varios bienhechores. La reactivación del equipo estuvo a cargo de Xoy Capital y Carlos Lazo, quienes acompañaron a los ’12 Guerreros’ hasta hace cuatro meses, aproximadamente. Conforme pasaron los meses, más esfuerzos se añadieron al proyecto. El gobierno de Chihuahua brindó apoyo logístico y publicitario. Ademeba convirtió al Gimnasio Manuel Bernardo Aguirre como el hogar ‘de facto’ de la Selección Mexicana durante todo el proceso clasificatorio; incluso, la primera ventana se disputó de forma íntegra en el recinto de los Dorados (incluidos los duelos entre Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico). ‘Titán’, la marca deportiva de Gustavo Ayón, viste desde 2021 al equipo y lo hará también durante el Mundial. Gracias a la mediación de la LNBP, Grupo Financiero Value, con Carlos Bremer como presidente y director general, entró en la lista de patrocinadores, al igual que Caliente. Win Sports, empresa enfocada en salud y deporte, propiedad del Dr. Alberto Alcocer, jefe de servicios médicos de Ademeba, también forma parte de la parrilla.
El trámite de naturalización de Daniel Amigo abrió la caja de Pandora. La diatriba siempre ha estado en los escritorios de Ademeba, por la naturaleza propia de los ejes socioculturales de la población de origen mexicano, pero hasta ahora la Asociación ha empezado a encargarse. La reglamentación haría imposible, ya de por sí, que Juan Toscano, Luke Martínez, Jaime Jáquez Jr. y Josh Ibarra jueguen al mismo tiempo en la Selección Mexicana. Los primeros tres son, acaso, los jugadores más talentosos de la actual generación. Una ‘tragedia’ deportiva que Modesto Robledo, presidente de Ademeba, está dispuesto a terminar: “Podríamos tener una selección todavía más fuerte. Por eso, ya tenemos un acuerdo con diplomacia deportiva, con Relaciones Exteriores, para buscar niños y niñas de descendencia mexicana”. Erik del Ángel, encargado del área de diplomacia deportiva de la SRE, explicó a AS la colaboración entre ambos entes: “Hemos activado a nuestros consulados en Arizona. Hacemos algunas actividades en las que invitamos a la comunidad mexicoamericana. A los jóvenes a los que les interese el basquetbol les tramitamos su pasaporte en cuanto antes para que puedan, en un futuro, contar con la nacionalidad mexicana ante FIBA y puedan ser elegibles. La idea es replicar y tener más actividades en otras ciudades de Estados Unidos junto con Ademeba”. La sinergia comenzó en el verano de 2021 y ha tocado a varias localidades en Arizona y Texas.
Ahora, tras la suspensión de 2020, hay un puente de estrecha colaboración entre FIBA y Ademeba. Robledo se mantiene en la presidencia, no obstante las promesas de cambio. “El nuevo board directivo de FIBA y FIBA Américas visualizan desarrollar más a los países, pero con un proyecto de una planeación estratégica deportiva. Gobernanza económica, empresarial. Y los ejes que marca FIBA, preparación de entrenadores, árbitros, competencia, 3x3, empoderamiento de la mujer. Es implementar eso en México. Además, FIBA ve a México como uno de los países con mayor potencial. Viene la capacitación para directivos, estatales, universitarios, para alinearnos a esos ejes. Que la agenda no dependa de una persona, sino de una estructura”.
Parece que todo está alineado. Por primera vez en mucho tiempo. Después del caos, de las alarmas, de las ruinas, no queda más que salir al parqué. El chirriar de la bocina. El cronómetro que empieza a marcar en retroceso.